miércoles, 21 de septiembre de 2016

La desgana del tiempo que no pasa

Así es como me voy sintiendo día a día. Recuerdo como en otras ocasiones, esperaba que llegara cualquier momento para iniciar una charla, para retomar las cosas donde se habían quedado y, pelillos a la mar. Pero ahora, en esta ocasión, no siento nada, no tengo tentaciones. Seguimos manteniendo el contacto pero como lo puedo mantener con grupos sociales o de amigos. Por eso lo he titulado así, porque el tiempo que no pasa, que no sucede, produce desgana, a mí me la produce.

No me entra en la cabeza que una persona con cierta edad, madura; no se dé cuenta de que está tirando las oportunidades por el retrete. Desde luego que no. Hoy me decía la asistenta mientras que hacía la limpieza de la casa, que ella, bastante más joven, cuando conoció a su pareja, pensó que esa oportunidad no debía dejarla pasar. Y ahí están.

No sé si antes es que no me daba cuenta, pero ahora, cuando observo que comete faltas ortográficas en los mensajes que me envía, no me puedo abstraer de pensar que igual siempre ha sido así, y esa desgana provoca que mi ojo crítico vea cosas que antes no veía. Oh, el amor...

Darme cuenta de que invierte el tiempo en cosas que a ella le parecen importantes, y la sigue manteniendo en una situación de incultura que crece, es, al tratarse de alguien querido, doloroso. Ni una hora a un libro, ni un cuartillo al cine. Sólo seguir el camino húmedo y pastoso de las babas.

Que quede entre nosotros

jueves, 25 de agosto de 2016

Desayuno sin diamantes

Esta mañana, cuando me disponía a realizar mi marcha diaria, recibo un mensaje de ella, preguntándome si desayunábamos juntos.

He dicho que tendría que ser cuando acabara mi recorrido, y ha aceptado.

Cuando he terminado, ducha y aviso... Ya salgo.

Mientras transcurría por las carreteras de huerta, porque hoy elegí ese itinerario, pensaba si es que quería hablar de algo, decirme algo... Mientras dejaba el casco en la maleta, la miraba (no se había percatado de mi llegada), y la veía tal cual, una mujer madura, ahora con semblante triste. Me preguntaba a mí mismo por qué esas ansias de salir, de figurar. No me ha dado tiempo a responderme. En ese instante me ha mirado.

La he besado, por primera vez desde que la conozco, como a una buena amiga. Dos besos, como decía mi buen Sabina, uno por mejilla. La charla del desayuno no ha podido ser más convencional, que si las fiestas, que si los perros, que si los hijos... Nada más, apenas nada más.

Y de repente me he visto de pie, besándola como a la llegada, pero lo más triste es que ni siquiera se me han pasado por la mente, tentaciones de hacerlo de otro modo, aunque su aproximación ha sido de quererlo.

Pensaba que querría hablar de nosotros, que habría recapacitado, que habría reconsiderado su postura. Así es que... Desayuno sin diamantes.

Que quede entre nosotros


martes, 23 de agosto de 2016

APRENDIENDO

Lo bueno que tiene aprender, es que se adquiere más conocimiento, más fortaleza; aunque ésta mane de fuentes que el tiempo transformó en insalubres. Se aprende.

Trato de enderezarme cada instante y, aunque se hace difícil, me empeño en ello. Soy un estudiante que quiere sacar su asignatura de fin de curso.

Ella lo dijo casi con desparpajo, y sin embargo no me hizo más daño que el que yo me estaba haciendo día a día, intentando evolucionar en el vacío.

Ya no la quería, y sin embargo no se lo dije. Me hizo un gran favor.

No necesito hacer preguntas, tengo montañas de respuestas. Me las fue dando día a día. Creí que nuestros besos, nuestros abrazos y nuestro sexo, romperían esa barrera que estaba en ella y me fue invadiendo a mí.

Es terrible porque una discusión, una pelea, se solventan. La intención de no pronunciar el verbo amar, es una enfermedad incurable y se transmite. Había veces que el interior gritaba más fuerte que mi voluntad, y lo decía, se lo decía; pero aprendí a no hacerlo.

Y así, los meses que deberían habernos servido para crecer, nos menguaron, nos hicieron nada.

Y hoy, desde hace días, trato de recomponer el rompecabezas de mi vida, empeñándome en que esa pieza que falta, es reemplazable. Lo que no sé es cómo, por eso digo que estoy APRENDIENDO.

Que quede entre nosotros.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Que me borren de septiembre

Sí, que me borren de este horrible mes, del 2014. En él mi querida Elisa se ha marchado para siempre, he visto truncados multitud de sueños; me han dado la alarmante noticia de que el test de cáncer de colon, ha dado positivo o falso positivo. No sé si como consecuencia, mi tensión arterial es un vertiginoso carrusel. Hoy, aniversario de la muerte de mi padre, me han llamado porque a mi dulce Pardita le ha salido un bulto sangrante en un costado. ¿Hay quien dé más?

Yo me apeo, me bajo de este ruin septiembre.

No voy ni a arreglar el velamen. Esperaré a octubre para surcar de nuevo esos mares calmos que nos ha regalado este verano espantoso de calores. Esperaré a octubre para sentir la brisa fresca en mi cara, para enfrentar las crestas de las olas... Esperaré hasta octubre.

Que quede entre nosotros

lunes, 15 de septiembre de 2014

DOLOR

Mi querida Elisa, mi amiga del alma. La persona más buena, más educada, más noble, más cálida y más tierna; se ha marchado.

El dolor que siento, la sensación de vacío que me invade, este pozo oscuro de incertidumbres ciertas. ¡Qué dolor!

El teléfono sonó a primera hora para darme la terrible noticia. Ya era media tarde en donde ella habitaba.

A quince días exactos de su cumpleaños, para quitarme ese placer indescriptible de llamarla, escuchar su voz y cantarle el cumpleaños feliz.

Donde quiera que estés, amiga, seguirás siendo tan guapa, tan grande, como lo has sido en este lugar de tránsito. Y siempre vivirás en mi corazón.

No puedo decir nada más ahora.

Que quede entre nosotros

lunes, 5 de mayo de 2014

Vuelve mi sonrisa

Después de tanta muerte, de tanto irse gente querida, de tanta frustración, de tanta lucha estéril, vuelve mi sonrisa. Y lo agradezco.

Ha sido un trabajo arduo, mas ha valido la pena.

Con estos meses se han marchado seres muy queridos y otros están a la espera de que la parca hinque su guadaña siniestra hasta arrancar las raíces. Mas yo sigo aquí aunque no sepa por cuanto tiempo.

Dejar de decir que volví a caer en idénticos abismos, que dejé el timón de mi goleta al azar de los vientos, sin control, sin ejercicio, no me exime de responsabilidad.

Llegó en noviembre hace años. Se afincó en mi alma y alimenté al amor. El amor ya lo sentía, ya lo cuidaba, ya recortaba sus brotes y dirigía sus ramas, pero como buen holgazán, me descuidé. Y me vi inmerso en una historia absurda, con alguien que no tenía una vida estructurada, sino muy al contrario, desmadejada. Alguien que sufrió y lleva a rastras las secuelas del sufrimiento sin luchar contra ellas, sino huyendo. Y lo hacía mezclándose en ambientes espesos, dudosos, banales; a los que yo rechazaba en nombre propio.

Mi horizonte de libertad me decía que tenía todo el derecho, que lo tiene. Que si esa y no otra es su forma de vivir la vida, ha de hacerlo. Traté en vano de dibujar nuevos paisajes, con ríos de ternura, con montañas de afectos. Pensando que algún día se daría cuenta de que la vida transcurre inexorablemente y cuando uno mira hacia atrás ve su juventud, que ya no está en el cuerpo que observa.

Y llegó un instante en que me di cuenta (gracias siempre, Jorge), que mi afán por respetar la libertad de los demás, me estaba generando secuelas. Me detuve, eché el ancla de mi nave, medité, me pregunté si era aquello lo que quería hacer realmente con mi vida. Y la respuesta fue NO.

Se quedan atrás, con la estela que deja mi goleta al navegar de nuevo, esas muertes y ese crimen cometido en nombre del amor.

Que quede entre nosotros


miércoles, 18 de septiembre de 2013

Se va...

Hoy, en esa visita de los miércoles, era ostensible: se va.

Tiene dibujado el perfil de la muerte en su cara, en lo afilado de su nariz y en esa boca abierta en ademán de tomar más aire, de seguir...

Ya no hay respuesta a la palabra ni la caricia. Ya está más en ese otro lugar que aquí.

Mi padre se apaga, su vida se apaga. Ha sido una larga agonía de ocho años, que es la que separa la ida de mi querida madre y la suya. Es cuestión de días, quizá alguna semana, pero se va. Y la siguiente generación soy yo, somos mi hermano y yo. Lo hablábamos al regresar de la residencia; nos toca a nosotros.

No temo nada. Al menos en los últimos diez años he sabido gestionar mi vida como nunca antes. Llamar al pan, pan. Luchar por ser feliz con uñas y dientes; con esa propuesta clara de que si yo soy feliz, irradio felicidad y la gente que me roza, siente esa sensación agradable de alguien que ríe con toda su risa.

Se lo debo, aunque sólo haya sido por hacer lo opuesto.

Que quede entre nosotros

domingo, 15 de septiembre de 2013

LA-DI-NO *Astuto, sagaz, taimado

Así es, sin lugar a dudas. ¡Ya me gustaría a mí que fuera de otro modo!

Después de casi un año sin noticias (nunca le desearía nada parecido a nadie), emerge en el mes de junio. E inmediatamente pienso: Quiere algo, va a pedir algo, pero me impongo sentir el día, el instante, y olvidarme de posibilidades o previsiones.

Un mes antes, aproximadamente, su hermana nos anunció a todos que se casaba y me pidió la dirección para enviarle la invitación. Cuando ella lo instó a ir conmigo, él dijo que se arreglaría por su cuenta. Yo respeté su decisión.

Pensé, al acercarse, que posiblemente lo que quería era eso, venir conmigo, que fuéramos juntos, pero el tiempo pasó sin hablar del asunto e hice mi reserva y organicé mi viaje.

Nos vimos en tres ocasiones más desde finales de junio, siempre para comer. Escasa charla e idéntica comunicación. No dijo cuales eran sus notas, aunque sí que debía cambiar su idea inicial porque éstas no daban para lo que había previsto hacer, así es que haría un módulo superior de realización de vídeo (no recuerdo exactamente qué tratamiento le dio, posiblemente porque no creo en lo que me cuenta). Y de nuevo, como sucediera en agosto del 2012, desapareció. No vino como se había propuesto y me había anunciado, a ver a su abuelo (cuatro años sin verlo son muchos años), y eso que ello le daría también la oportunidad de estar con su primo. Tenía que grabar un vídeo de uno amigo y tal y tal...

Una vez más se excusó y ya no ha habido más contacto, salvo el que tuvo para dirigirse a mí interesándose sobre lo que iba a hacer para acudir a la boda. Así es que sí, que sí quería algo, aunque del modo en que lo digo en el título, de forma astuta, sagaz y taimada. Se había aproximado porque pensó que tenía tiempo para ir soltándomelo; para decirme que sus vacaciones en Mallorca, su nuevo teléfono, su objetivo de 50 mm. para su Canon, sus salidas, sus copas..., no le habían dejado posibilidades para acudir a la boda de su hermana. Yo no tengo dinero, y además tenía que irme un día antes para acudir a la firma en el juzgado. Se lo dije.

En los días previos a la boda, a través de las redes sociales, colgué un artículo de opinión que retrata muy bien a su especie, a su condición. Como respuesta, hizo unas manifestaciones también en su muro, que decía escuetamente: "YO SIGO PENSANDO QUE PARA HABLAR DE LA VIDA DE LAS PERSONAS, HAY QUE ESTAR EN LA VIDA DE LAS PERSONAS. SILENCIO COMO PREMIO A LA HAZAÑA DE LA MEZQUINDAD Y LA TACAÑERÍA". Así, gritando, con mayúsculas.

Ni siquiera esa manifestación irrespetuosa, tendenciosa, con mala hostia; me hizo cambiar un ápice el ritmo de mi vida. Ya nada me sorprende de él.

Una tarde, pensando en ello, en la cantidad de horas, dedicación, ternura, amor, que he puesto en nuestra relación, escribí en mi muro "Tuve y no supe ser. No tengo y soy. Con lo justo para llegar mal a fin de mes, haciendo juegos malabares cuando llegan gastos extras. Aunque lo más importante es que no me importa haber pasado de las camisas a medida, a comprar la ropa en mercadillos o en supermercados. De comprar todo cuanto se me antojaba, a prescindir de antojos. Soy feliz. Pero nunca, ni entonces ni ahora, he sido cicatero. Lo material viene y se va, sin dejar más raíces que un vago recuerdo si fue un auténtico capricho. Lo interior permanece, SIEMPRE. No estoy facultado para decir a nadie qué tiene o no que hacer o ser; cada cual tiene su propia vida y nadie puede vivir otras vidas. Por eso acepto incluso los comentarios más mordaces y las críticas más despiadadas y faltas de rigor; porque lo dicen otros labios, otras personas, otras vidas. Es fruto de la libertad y ésta es el mayor tesoro del ser humano. No sé, me encontraba tontón, pero queda dicho".

Su respuesta no se hizo esperar: "Oiga usted, ya está bien, váyase un poco a tomar viento. Mi afán es el de un trepa. Mis medios, los más ruines. Mi indignación, desconsiderada y exacerbada. Es justo, me lo merezco. Me lo merezco porque la culpa siempre fue mía. Porque aquel que se refugia bajo el cálido amparo de su propio ombligo -al que ha de acicalar cada día para que no se desmorone-, ha creído más conveniente que la culpa caiga sobre mí. Porque esto es victimismo y no la previa. Porque como bien hace la gente en señalar, soy uno de esos críos sin escrúpulos y sin mayor complejidad que la de hallar felicidad en que me colmen de caprichos. Tal vez... Tal vez quien piense eso solo necesite autoafirmación. Todos necesitamos poder seguir mirándonos al espejo, ¿no?. Si creéis que la doble moral tiene utilidad, adelante; id por ahí aleccionando al personal con contundentes muestras de principios, mientras las ruinas de vuestros vínculos se resquebrajan más si cabe. El problema de la gente es que ha idealizado su dignidad. Y a todos nos huele la mierda. Ahora bien... Todo aquel que piense eso de mí, merece vivir así de engañado. Cada uno carga con su cruz".

Bueno, pensé, no sé porqué razón, pero si siente eso de mí, sus razones tendrá. Propias o adquiridas, las debe tener.

No puede recordar que aun sin quitarme la chaqueta, a las ocho en punto y durante años, cada tarde, estaba en casa para bañarlo, preparar su cena y dársela; contarle sus cuentos (esos cinco minutos más al lado de papá). Cada día, abandonando todo lo que estuviera haciendo, urgente o no. No puede recordar que durante años, cada vez que tenía ocasión me ponía en carretera para que los hermanos estuvieran juntos. No puede recordar que cada miércoles a las cinco de la tarde, fuera como fuera mi agenda, estaba en la puerta del colegio para disfrutar unas horas con él. Debe ser terrible no poder recordar cosas hermosas y alimentar el interior sólo con lo que uno imagina o crea.

Debe ser terrible utilizar términos como mezquindad, tacañería, y mandar a alguien "a tomar viento" (al menos hay visos de educación al no utilizar el término que se dibuja debajo "a tomar por culo"). Debe ser terrible para su alma, pero no me siento autorizado para decírselo. Debe haber una voz interior que se lo grite, y si no es así, es que no merece la pena.

No le he dicho  que, en reciprocidad a esa falta de respeto y afecto, cada mes, sin excusa ni pretexto, cumplo con unas obligaciones económicas que me impongo yo, pero de las que un tribunal, a la vista de nuestra maravillosa relación y de sus manifiestos respeto y consideración hacia mí, seguramente me eximirá. Y lo hago pese a que no tengo para disfrutar un café con amigos, o reparar mi vieja moto. Él, antes que yo.

Mi hija se casó el viernes. Una boda perfecta. Un ambiente feliz y distendido. Su sonrisa, su felicidad, son mucho más de lo que un padre puede esperar de un hijo. Él no estuvo pero su ausencia no enturbió esos instantes.

Quería escribir estas líneas para poder recordar, para que sigan aquí como testigos mudos de algo que no fue, que pudo ser, pero que no fue, seguro.

Quería escribir estas líneas para despedirme, para pasar página, para decir adiós. Hacerlo para dejar testimonio de que no quiero que un ser ladino forme parte de mi vida.

Que quede entre nosotros

sábado, 15 de junio de 2013

Sabía que era dolor...

Han pasado años desde aquel entierro de un compañero en Alzira. Allí lo ví por última vez y noté su enfermedad, el dolor interior sin huella, la ausencia involuntaria. Por eso huí, no acudí a ningún teléfono, no quise enfrentarme a la miseria de ver en blanco y negro a quien siempre vi en colores y con el alma abierta al amor.

Fue mi jefe y, sobre todo, mi amigo. Mucho de lo poco que soy, se lo adeudo. Nos prestábamos lealtad y afectos como quien se presta un libro. Muchas veces estuve en su casa, rodeado de los suyos. Me sentía querido y sabían que los quería.

Luego la esquiva suerte de trabajar con unos gansos jugando a empresarios, nos retiró a ambos. Él primero, después yo. Y ahí comenzamos a perder el contacto. Yo lo veía crecer como la espuma pero no paraba de trabajar, viajar, y pensaba ¿le dará tiempo a vivir? No, no le ha dado. Casi inmediatamente a su retiro absoluto, vino aquel entierro y ya sentí que algo estaba horadando su interior.

Esta mañana, hablando con un amigo común, me lo ha confirmado, me ha ratificado lo que yo ya sabía que era dolor. Su hijo está llevando a cabo un proyecto para este amigo y a él le dijo que tiene Alzheimer, que no conoce a nadie, ni familia, ni amigos... A nadie. Y me siento feliz de haber tardado tanto tiempo en enterarme porque el dolor que comparto con él en este instante, me taladra las entrañas.

Mi querido amigo, donde quiera que esté tu mente distraída de este mundo que se te hizo pequeño, allí estoy yo ahora, estrechándote en un fuerte abrazo, ése que aún me permite sonreír porque no he visto tu gesto ausente y tu rictus de dolor.

Mi querido amigo Antonio, te quiero siempre.

Que quede entre nosotros


martes, 7 de mayo de 2013

Treinta y tres.

Siempre, el siete de mayo, ha sido una fecha especialmente triste para mí. Han pasado treinta y tres años y lo sigue siendo. Tal día como hoy, en 1980, nació mi hijo. Fue en un abrir y cerrar de ojos. Todo iba bien, el embarazo había ido bien, pero cuando esperaba que me dijeran si era niño o niña, me dijeron que estaba muerto.

Nunca me lo creí a pesar de que viéramos un feto muerto.

Después, los años, han demostrado que ésa era una de las muchas prácticas ilícitas que se llevaban a cabo en este odioso país. El robo de niños.

Cuando comenzaron a salir a la luz los casos, la gente que clamaba por sus hijos y los hijos que buscaban a sus padres, pensé que era el día. Curioseé por las asociaciones, me leí un montón de literatura, y decidí que no tenía fuerzas ni dinero para acometer una acción así, y máxime cuando habían pasado ya tantos años.

¿Qué podemos tener en común? El desarraigo sería el punto de unión más importante. Y, si las instituciones de este país fueran honestas y al servicio del ciudadano, nadie tendría que haber hecho nada después de destaparse un caso como ése. Los tribunales, en otros países más civilizados y menos corrompidos, actúan de oficio, evitando así un sufrimiento adicional a los perjudicados. Aquí no. Y si quienes están responsabilizados de velar por la ley, pasan olímpicamente de ella, yo no voy a ser menos.

Pero con todo, llegar este siete de mayo, siempre me produce la misma sensación. Ésa que a buen seguro, me robaron entonces y durante tantos años. La duda de que algo así se hubiera producido.

Así me siento hoy, con esa mezcla de desconcierto y vacío que produce el saber que algo pudiera no haber muerto, sino que simplemente te lo robaron.

Que quede entre nosotros