miércoles, 27 de junio de 2007

Junio se muere


Junio se va. Sin apenas haberme dejado espacio, hueco en sus manos de viento, para gozarlo un instante, se va.

En él, a través de él, miles de sentimientos que van muriendo al mismo ritmo que nacían, con una indolencia propia de él pero no de mí.

La gente alrededor, cerca y lejos, sigue haciendo las mismas cosas, como yo mismo. Alguien habrá (digo yo), que haya sido incluso parejo a mí, o yo a ese alguien.

Seguimos con la misma estúpida cantinela, a veces cruel, a veces hipócrita y pérfida. Como en una rutina macabra, la gente sigue muriendo de forma violenta a nuestro alrededor ¡ay, hasta dónde es capaz de llegar el amor! Y cuando ésta viene de la mano del odio, de la ceguera; siempre, como habitual, hay quien se olvida de la viga en su ojo.

Pero éste nuestro país es así, como lo hacemos las gentes que vivimos en él… Se quejaba Esquilache de los madrileños porque no entendía que éstos protestaran por el barro y los charcos y más tarde porque tropezaban en el empedrado que les proporcionó. Pero cómo hacer ver a un italiano o a cualquier otro ciudadano allende nuestras fronteras, que aquella frase acuñada de que España es diferente, es tan cierta como el pañito de punto sobre los brazos del sillón y el toro sobre la TV.

Recientemente hemos hecho alarde de ello premiando con mayorías absolutas a presuntos corruptos. Hágase la lectura que se desee. Aunque quizás no vemos otra salida que ésa. Porque, decidme qué piensa un comunista que ve a su partido dando la gobernabilidad a un conservador, o cualquier otro pacto equilibrista que conduzca al poder; para joder a un tercero sea cual sea su signo. Y es que el jodido sillón debe tener algo que lo hace tan atractivo.

Continuamos aupándonos a los primeros puestos en cualquier cosa con alto contenido de negatividad: delincuencia, pobreza, incultura, corrupción… Y ahora, recientemente, al puesto number one de consumidores de coca y no precisamente del refresco.

En ocasiones pienso que mis páginas están bañadas en una pátina de tristeza y frustración. Y luego me digo que si soy capaz de darme cuenta de todo ello, hay un grito de esperanza en cada palabra que escribo, un gesto rebelde en cada párrafo… Y pese a todo, me siento feliz por no ser parte de ese escenario, de saber hacer mutis por el foro y encerrarme en lo cotidiano, en lo amable, en lo cierto… La amistad, la lealtad y el amor.

Hasta en los ojos de mi gata de vislumbra esa tristeza que me embarga.

Hoy es miércoles y voy a comer con él.

Ea, una vez más…

Que quede entre nosotros

jueves, 7 de junio de 2007

Fecha de caducidad

La tenemos, aunque desgraciadamente no lo sabemos. Podemos verla en un tarro de comida, en un paquete de galletas, en medicamentos, hasta en adhesivos... Pero no sabemos dónde se encuentra la nuestra.

Siguen cayendo alrededor. Como esa premonición macabra que aireaba la OMS hace meses, allá cuando yo comenzaba por estas procelosas aguas con mi "Nos morimos estadísticamente". Ahora es un antiguo compañero. El jodio no fumaba, ni bebía más allá de lo puramente testimonial, pulcro como para ponerlo de ejemplo, consigo y con lo que le rodeaba; en fin, sin merecerlo: cáncer de páncreas.

Pero esta jodida enfermedad nos busca a nosotros. Está en el ambiente. Las guerras se suceden, las armas cada día pretenden matar más y mejor. El progreso arroja al ambiente toneladas y toneladas de productos que después quedan ahí, al acecho, aguardándonos. Y la tierra olvidándose de todas estas cosas, sigue girando... Y lo que estaba allí, ahora está aquí y así sucesivamente.

Nadie quiere perder sus cosechas y se fumiga con engendros mecánicos que se oyen a cientos de metros. Y se posa en las ramas, en las hojas, en el suelo... Productos que la lluvia llevará a las entrañas de la tierra y alcanzarán el agua, que las plantas trasladarán a través de su savia hasta el fruto, que degustaremos todos los seres vivos. Y las aguas irán al mar...

Y alguien me decía: Estas cosas son así, hay que elegir si queremos el progreso con el riesgo que ello entrañe.

Pero es que ya no vale irse al monte, a llevar una vida de ermitaño en contacto con la naturaleza... El ambiente está contaminado aquí, allá y en todas partes.

Por eso, aunque joda no verla, es por lo que creo que tenemos fecha de caducidad y ésta, cada vez, más corta, pese a la tendencia que se llevaba en los últimos años.

Quizás es mejor así, para que no haya tanta persona mayor, tanto viejo. Para evitar males mayores como sería no poder darles de comer. Si se acorta la vida, se soluciona el problema. Y habrá que pensar, como ya he dicho que me decían, que las cosas son así y hay que elegir qué es lo que queremos con el riesgo que ello entrañe. Puestos a elegir, prefiero la muerte al hambre. O sea, que entiendo el mensaje.

Aunque me siga jodiendo no saber cual es mi fecha de caducidad.

Que quede entre nosotros