sábado, 12 de julio de 2008

Viaje de regreso

Cayéndose mis párpados a una sima que reconozco tan mía como el cansancio que los acompaña, retomo lo que dejé prendido en un telón ya casi olvidado.
Mi vida dio un giro y del pleno ocio pasé a la plena ocupación. Otra vez al tajo, al currelo, a la azarosa vida laboral.
Y hace poco, bien poco si lo comparamos con la edad del mundo, descubrí a mi buen Carlos, mis devaneos por estos lares. Y yo, casi sin querer, he retornado con él. Y he descubierto el atractivo de plasmar mis sentimientos en estas páginas que navegan por las soledades de océanos de tristeza y alegría que son, en suma, el fiel reflejo de lo que soy, de lo que comprendo, de lo que conozco de mí.
Pues bien, aquí estoy de nuevo, con mi pluma no tan sagaz como quisiera, ni tan acerada como ambiciono. Presto a contar lo que siento y cómo lo siento. Regresando al entrañable trabajo de repasar el velamen de mi goleta, de izar las velas y salir a navegar.
He conocido nueva gente, hay nuevos invitados en mi celoso interior. Hablaré de ellos. Hoy sólo es el comienzo, la voluntad y el deseo de que la quilla are el mar en surcos profundos y veloces.
Quizás porque él, Carlos, con su ternura, su inusitada sensibilidad, su gran corazón, ha descorrido el velo que envolvía mi nave en el olvido.
Ya sabéis...
Que quede entre nosotros