miércoles, 31 de enero de 2007

Feministas y educación compartida

Vaya por delante que me gustan las mujeres femeninas. Vaya también que no siento ninguna fobia por condición alguna. Vaya también en avance, que creo en que lo que sostiene el equilibrio entre las gentes es únicamente el respeto.

Hay señoras que un alarde de defensa de no sé qué derechos vulnerados, han entronizado los peores defectos del hombre en ellas, denominando a ese giro en sus vidas: feminismo. Y elevan la voz como energúmenos, saben más de todo que nadie y siempre tienen la última palabra. Algunas hay que eructan, "arrancan" y escupen, y se tiran pedos cual macho ibérico extinguido (no hablo de oído). Es decir, se comportan como debían hacerlo aquellos hombres que no he conocido, con la más absoluta falta de respeto.

Y cuando estás ante una de ellas (a mí me tocó esa china), estás más perdido que un hijo puta el día del padre. Su postura es clara: Lo que tú digas no vale para nada, y además un par de güevos (léase así). Son ésas que te hacen abandonar la cortesía: ceder la derecha, ceder al paso al entrar o salir, retirarles la silla para que se sienten o se levanten, servirles la bebida, dejar que comiencen antes, etc., porque en su opinión son signos inequívocos de machismo exacerbado. ¡Maldita sea, y yo sin saberlo!

Me preguntaban una vez: "¿Sabes por qué las mujeres se rascan los ojos al despertarse? ... Porque no tienen cojones". Bueno, pues no estoy muy seguro de si éstas a quienes me refiero se rascan los ojos o la entrepierna.

Así que un buen día uno decide que para que la vida te dé por ahí no necesitas malas compañías y dices: Ahí te quedas sorderas. Y entonces comienza otro calvario: educar a distancia.

Cuando hice la primera observación sobre los malos hábitos de mi retoño (cumplidos los siete años), como era previsible al haberla hecho yo, su reacción fue absolutamente contraria y se solventó con un: es un niño, ya habrá tiempo. Yo traté de explicarle aquello de que son las ramas tiernas las que más fácilmente se moldean y encauzan, pero claro, idiota de mí ¡cómo osaba dar lecciones a una feminista lista!

Hoy han pasado cinco años. Su frustración llega a estados de histerismo tal que el viernes al ir a recogerlo para pasar conmigo el fin de semana, los gritos que le daba por no haber hecho ciertos trabajos, eran de tal magnitud que resultaban simple y llanamente escalofriantes. Y pensé: ¿Cómo hago referencia alguna a mis insistentes comentarios desde hace un quinquenio? Ni se me ocurre.

El niño es inteligente y también listo, como su madre. Me habría gustado que fuera simplemente inteligente y torpe, como su padre. Ha sabido sacarle partido a su buen coeficiente para practicar la ley del mínimo esfuerzo y hacer lo poquito que hace, a regañadientes y recordándoselo cada vez que ha de hacerlo.

La LISTA no es capaz de decir "esta boca es mía" con relación al problema que tiene cada día y que yo sufro fines de semana alternos. Y el listo nos ha cogido el tranquillo y hace lo que le sale de sus santas pelotas. ¡Vaya porvenir!

Y lo más grave de todo es que no sé si hay remedio. Él dice que va a cambiar, que tenga confianza en él. Pero lo ha dicho tantas veces (no exagero si digo cientos), que ya me importan una mierda sus promesas y su palabrería (joder, es como si la tuviera a ella delante). Y lo más grave de todo es que este tonto del haba, listo como él solo, no se da cuenta de que hasta el amor de los padres tiene límites cuando lo que se busca es encontrarlos.

¿Cómo se le explica eso a una "licenciada" en todo? ¿Cómo se hace reflexionar a una feminista extremada?

Joder, qué cruz.

Que quede entre nosotros

P.S. Perdonadme los improperios pero estoy realmente acalorado.

domingo, 28 de enero de 2007

Quads, ATV's, Gilipollas y Autoridad Competente

En este país nuestro, la figura del idiota que jode a los demás, cada día está más extendida.

Hace tiempo que opté por irme a hacer marcha con mis perros por caminos agrícolas de tierra, harto de que los asfaltados los asaltaran los hijos de... haciendo carreras cuando la limitación es de 40 y bien explícita y exhaustivamente recordada. La verdad es que cualquier día podía morir a manos de una de esas bestias.

De un tiempo a esta parte, los gilipollas que tienen cuatro perras y optan por este tipo de vehículos (los señalados en el título), se dedican a salir por ellos pero cuando ha llovido, así se ponen hasta las trancas de barro (y lo de las trancas aquí está más apropiado porque son más burros e incívicos que los animales que les dan origen). Y seguro que llegan a casa victoriosos para que la Mari de turno les deje los uniformes como la patena y volver a revolcarse en la próxima ocasión.

El problema es que si un vehículo agrícola, ya sea tractor o cualquier otro que desplace peones a los campos, circula por ellos, los compacta, los hace más transitables, pero estas acémilas con sus acelerones y sus derrapes, convierten hermosos caminos en lugares intransitables.

Y así volvemos mis chicos y yo, hechos una pena por tener que caminar sobre montones de barro removido.

Pero no sé de qué me extraño. En este país nuestro, de nuestras miserias, los derechos de los demás casi siempre tienen que quedar por encima de los nuestros. Es decir, pisotea que algo queda.

Mientras tanto, la autoridad competente (¿?), al contrario que hacen en el Reino Unido, que para evitar estos desmanes, los persiguen y en la segunda ocasión que los pillan, les retiran los vehículos; aquí se la rasca.

Y fijaos bien que incumplen una de las premisas de cualquier administración, que es recaudar. Porque si salieran a darles caza, no sólo lo harían por el destrozo medioambiental que provocan, sino que además sancionarían que la mayoría de ellos los han matriculado como vehículos agrícolas, siendo claro que el uso que les dan es notoriamente distinto. No debe interesar al tratarse de naturaleza.

Así pues, queridos, en este día, me cago en las muelas de todos estos energúmenos, incívicos, desalmados y defraudadores, que pretendiendo ser más modernos que nadie, nos joden los pocos rincones que ya nos van quedando para disfrutar de la naturaleza como Dios la trajo al mundo.

Sois unos putos macarras.

Que quede entre nosotros

martes, 23 de enero de 2007

Mis, tus, nuestras, vuestras... caricias

De repente uno se ve inmerso en una nueva-anciana andadura. Viejos camaradas de largos trayectos motorizados, se hartan de un villano del que yo me harté hace dos años o más, y se produce el reencuentro. Sí, bordeando el cabo, cuando me dirigía a esa hermosa cala en que descansar después de los excesos que se llevó el año viejo y con los que comenzó este nuevo.

Y como si quisiéramos recuperar todo el tiempo vacío de nosotros, ahora los excesos. Las salidas, las reuniones, los almuerzos... En fin, que sólo me pasa que estoy ebrio de esta nueva etapa.

Pero de soslayo, mientras ando en esto y aquello, observo la ternura, la preocupación... Las caricias. Que son nada más y nada menos que eso, que hermosas caricias que me regaláis y que yo, en silencio, os devuelvo cada segundo de mi vida. Mis caricias, tus caricias, nuestras caricias, vuestras caricias.

Es hermoso sentirse. Palparse el alma y darse cuenta de que está exultante, porque hay mil razones, brotes nuevos, cosechas aparentemente perdidas; anidando en ella.

Para mayor gozo, el pasado domingo también fue miércoles, y además, aunque empeñado en protestas de encordadas, al final cantó... ¡Dios cómo canta! En realidad ¿hay algo que no haga a la perfección?

Y viene E desde el otro lado del mundo...

En fin, que tenéis que perdonarme tanta actividad desmadrada.

Aunque sabéis, porque así lo siento y lo proyecto, que os quiero.

Que quede entre nosotros

martes, 16 de enero de 2007

Unchained Melody

Sí, esa es la canción que deseo que me acompañe en mis últimos momentos en este tránsito. Que aún quedan lejos, lejísimos...

La estoy escuchando, siempre mi favorita, siempre recordándome miles de momentos románticos, plenos de sentimientos, de ternura, de pasión... Ellos The Righteous Brothers. Aunque tengo más de treinta o cuarenta versiones, ésa es la que deseo para el fin, instantes antes de que se corran esas cortinas que ocultarán el féretro, mi féretro.

No es ser macabro. Es un deseo. Quiero que ellos me acompañen con esos versos que hablan de ríos solitarios que corren hacia el mar, hacia sus brazos abiertos... Que recuerden que siempre que amé, allí estaban R.B. acariciándome con sus notas. Llegué a amar tanto esa canción, que casi logré imitarlos a la perfección.

Desde la primera vez que la escuché por un grupo que se llamaba Mil-lers (imitaban a la perfección a The Righteous. Lo supe cuando los escuché a ellos), en las verbenas veraniegas de la piscina de mi tierra natal. Era sonar las primeras notas y sentir el cuerpo que estaba pegado a mí, de un modo tan especial que percibía respiración, latido, sudoración... Tremendo lo que me ha sucedido toda la vida con esa canción. Y debía ser recíproco...

Y es que la música siempre ha sido una fiel compañera, hasta el punto de subirme a estados que quizás ni siquiera me correspondieran. Toda la música que me gusta, me hace estremecer, como en estos instantes ese Forever Young de dos de mis ídolos Dylan y Springsteen (¿los imagináis juntos?).

Sí, porque en la música sí que siento auténtica admiración y devoción por intérpretes y compositores. Leo y puede que lo que lea me guste o no. Veo y puede que lo que vea me guste más o menos... Pero la música ¡oh, Dios, la música!, es algo sublime, porque eleva, porque hace que uno se traslade a otros lugares, a otros momentos... Y siempre que descubría algo hermoso, realmente hermoso, sentía la necesidad de compartirlo, de "regalar" esa audición a la persona que estuviera a mi lado, gozándola con ella.

Nunca me ha pasado con nada más. Por eso quiero que acompañe mis últimos tres minutos y pico. Y en ella estarán encerradas todas las canciones que amo, todos los intérpretes que amo, toda la música que amo...

Que quede entre nosotros

lunes, 15 de enero de 2007

El sueño eterno

Es alegre, comedida, educada, discreta... Tiene estilo.

Curiosamente nacida el mismo día que yo, aunque muchos años después.

La conocí porque estaba en el mismo bufete en el que estaba mi hermano. Congeniamos inmediatamente.

Avatares de la vida los llevaron por diferentes caminos hasta que el año pasado se volvieron a unir en un proyecto común: su propio bufete. Estaba que no cabía de gozo.

En la madrugada del domingo al lunes pasado (ahora hace una semana), el caudal de su sangre se rompió por dentro, en su cabeza. Ahora vengo de asistir a una misa por el eterno descanso de su alma.

Decía ES, porque no me hago a la idea de decir: era o fue. Ahora más que nunca la siento muy dentro de mí.

Descansa en paz, querida amiga.


Que quede entre nosotros

jueves, 11 de enero de 2007

¿Por qué nos enamoramos?

Y perdemos el norte y el sur, y la orientación, y el apetito.

No importa cómo sea, nos ha gustado... No sé, ha sido algo en su mirada, en sus movimientos, en su voz, sus manos... Quizás un conjunto de todo cuando llevábamos nuestro navío a la deriva.

Si nos paráramos un día, si fuera posible pararse un día entero, analizando, mirando desde fuera... Sí, ya sé que no es posible.

Su risa lo es todo, su mirada una sima a la que precipitarse sin cuerdas ni arneses, su boca ¡ay su boca! Son esos besos en los que ociar sin medida.

A veces no es preciso más en esos primeros contactos. Las caricias son producto de miles de sueños que se hacen realidad, donde quiera que se pierdan.

Caminar de la mano. Embelesarse.

Su voz es una sinfonía que uno se empecina en escuchar una y otra vez.

Y, cinco minutos después ¡qué digo cinco!, uno, o segundos, de separarse, el deseo de llamar, de escribir, de volver a retomar el último espacio.

Compartir la música, estremecerse si sus ojos se entornan de pasión al escuchar esa parte que tanto nos emociona. Sentir que las manos se abrazan como si quisieran fundirse en una sola.

Y somos nosotros. Los mismos.

¿Qué sucede unas semanas, unos meses después? ¿Por qué no nos sentimos tan enamorados?

Que quede entre nosotros

martes, 9 de enero de 2007

El moderneo y la mala lengua

Frecuente es, voto a Bríos, encontrarse en esos restaurantes que cada día frecuento menos (cuestión de economía), modernos ellos, con vajillas de diseño y platos que gente de buen comer como yo, siempre les saca algún provecho; envueltos en aromas al aceite de tomillo, o de romero, o de no sé qué zarandajas, que ganas dan de llevárselos a casa de lo bonitos que los sacan... Frecuente es, decía, hallar a estirados camareros o maitres, según el bombo que se quieran dar, pero flojitos ellos en cultura, conjugando verbos imposibles. Con ese boato y esa ceremonia que en lugar de aproximar, aleja, te preguntan: ¿Se lo emplato? Y me entra un descojone monumental. En tiempos, cuando esas comidas que no añoro eran el pan mío de cada día, me encaraba con el susudicho y le decía, por favor, declíname el verbo emplatar, si es que existe.

Pero lo más cachondo de todo es que el verbo, inexistente y ojalá que la Academia siga siendo fiel a esos principios que hace poco en una de sus Patentes de Corso, aireaba mi admirado Pérez Reverte, se ha extendido por esa mecánica del moderneo y querer ser más que nadie en cuanto a progreso bajuno, a cualquier barecillo de medio pelo. Y ahora, incluso en las tascas más humildes, los camareros que han debido escuchar a aquellos otros, tan analfabetos como ellos, te preguntan si te emplatan lo que sea... En fin, que en lugar de leer, la gente sigue siendo fiel al mimetismo y a lo que le suena a moderno. Lo correcto, digo yo, sería preguntar, como no hace tanto: ¿Lo servimos en los platos o lo ponemos en el centro? Magníficos aquellos mesoneros, debo encontrar un término que los separe de estos energúmenos de la lengua, que sabían emplear las nobles artes de la cocina y del lenguaje.

Hacedme un favor. Cuando os hagan esa pregunta, sin perder la compostura, pero riendo a mandíbula batiente, contestad: Por favor, sírvemelo en el plato, académico... No olvidéis el título, por favor.

Tenía ganas de hablar de estas cosas que me producen urticaria. Como los presentadores de televisión que utilizan el término "fuertísimo" en lugar de "fortísimo", "equipación" en lugar de "equipaje" o "uniforme" o "equipo". Y luego de ellos, que deberían ser exquisitos en su expresión por las repercusiones que tiene después en el pueblo, no toméis ningún ejemplo y reíd, a gusto, a carcajadas... Y aprovechad para gritarles, aunque no os oigan: estúpidos, ignorantes, analfabetos... Aparte de lo gratificante que os va a resultar, sé que no utilizaréis esos vergonzantes términos.

Cultivemos el buen gusto por la palabra ya sea oral o escrita. No dejemos que nos conviertan en "modernos palurdos". Sepamos navegar en las aguas transparentes del lenguaje.

Ea, Que quede entre nosotros

domingo, 7 de enero de 2007

Primeros pasos

A pesar de que suelo huir de los tópicos, como imagino que muchos, el final es caer en ellos de bruces. Una buena caída en un charco. Propósitos, deseos, rectificación, rectificación, rectificación...

Y pretendo muchas cosas. Buscar el lado amable de la vida (a eso me habéis enseñado muchos en estas páginas), aunque verlo en algunas ocasiones sea una misión prácticamente imposible. Moderar mis impulsos hasta donde el corazón y el cerebro sean capaces de soportarlo. En resumen: Tratar de ser mejor.

Se hace difícil cuando en las postrimerías del 2006 y en los prolegómenos de este recién estrenado, uno ve abandonos de personas que quiere. Eso causa desazón aunque si he de ser fiel a mis nuevas líneas, he de sobreponerme. Libertad y mi hermano abandonan. Nunca sabrán cuánto echaré de menos el calor de su prosa.

Sí, como él, como mi querido e imprescindible hermano, pienso que el pasado se lleva consigo un montón de cosas (quiero llamarlas así), que no quería para mí, que simplemente ocurrieron. Quiero seguir atesorando la esperanza, la ilusión de que han de venir días mejores, días que destierren para siempre la soledad del alma, ésa que no se conforta con las risas cotidianas, ésa que está arraigada tan dentro que cuando inicia su escalada sin aviso, desde los confines del corazón y la memoria, aunque se esté rodeado de gente uno se siente irremediablemente huérfano de amor.

Sé que puedo fracasar aunque también sé que no voy a abandonar. Cientos de elementos alrededor harán que mi furia salte hecha pedazos en palabras escritas sobre mi cuaderno de bitácora. Sucederá, lo sé. El objetivo, el propósito es no desilusionarme. Pensar que el amor se desplegará con sus algodonosas alas sobre mí y besará mis labios.

No quiero comenzar siendo o pareciendo, que a veces suele confundirnos, desarraigado. Es mucho lo que me habéis dado y me dais. Al abrigo de vuestros puertos he refugiado mi goleta antes y después de tremendas tempestades. He recibido vuestro calor y vuestra dulzura.

Así pues, izo mis velas con buen equipaje. Todo está listo en la bodega para zarpar, para trazar nuevos caminos en esta navegación que deseo llevar adelante.

Deseadme suerte y buenos vientos.

Que quede entre nosotros