miércoles, 26 de septiembre de 2007

A mi amiga Julia

Ayer, amiga mía, querida mía, cuando te vi por azar cuando recogía a mi hijo para ir al dentista; te vi marchita.

Durante todo el verano interrumpimos nuestros almuerzos, aquellos en que te veía resurgir. Apenas unos leves mensajes hablándome de que tu estado no era muy bueno pero que, con ese coraje que te caracteriza, ibas a luchar y seguir adelante.

Ayer tus ojos vivos e inteligentes, se mecían en un mar de amarillentas aguas, como tu piel... Y sentí una punzada en mis entrañas que nunca sabrás. Porque ya lo sé, te vas, desgraciada e irremediablemente. Esa puta enfermedad, lacra de nuestra era, te lleva cuando apenas has comenzado a vivir. Y lo sabes. Y quieres hacer cuentas y tratar de sacar fuerzas para organizar al máximo la vida de tu hija (¡doce años!).

Y no sé siquiera lo que digo ni cómo lo digo, porque las lágrimas no me han abandonado desde ayer. Y saltan a mis ojos como torrentes.

Lo que sí sé es que vivirás tantos años como yo viva porque siempre estarás en mi recuerdo. Estarán tus cosas, tu voz, tu sonrisa... Tu inteligente humor, tu nobleza...

Es terrible ver que alguien a quien quieres se está muriendo, porque es terrible la muerte anunciada. Pero mucho más terrible debe estar siendo para ti, que sientes en tus entrañas que todo se debilita, que todo se transforma en algo que no era...

Julia, mi querida Julia. En la próxima ocasión que nos viéramos iba a llevarte la canción de John que lleva tu nombre, para cantarla juntos, y siento que ya no podrá ser.

Siempre que la escuche tú estarás en ella.

Te quiero, amiga mía.

Que quede entre nosotros

REGRESO DE LA CASTIZA IV

Hicimos un viaje de ensueño aunque durante unos 30 ó 35 Km. la lluvia nos quiso aguar la fiesta. Menos mal que unos minutos antes nos habíamos pertrechado a conciencia bajo la marquesina de una gasolinera.

Parada en Honrubia (a mi hijo, de poco comer), le vuelven loco las salchichas de un bar de esa pequeña población de Cuenca en la que he recalado siempre que hacía la ruta hasta la capital.

Al salir del bar: SOL, espléndido, maravilloso... Hasta el lugar de concentración. Allí, recibir los obsequios con que nos esperan los compañeros del MC Madrid, una reconfortante ducha y a saludar a los compis de otros años. Vuelta a las monturas y a cenar.

La mañana del sábado nos respetó pese a que en la ruta de los puertos hubo momentos en los que temíamos lo peor (el cielo se volvía amenazante por momentos). Curvitas y disfrute. Foto ante el Acueducto y marcha hasta el lugar de la comida... Uf... Yo que soy de buen yantar no me pude resistir a esos judiones de la granja a que hacía referencia velada mi querida Nekane. ¡¡¡Tres platos!!! Más la obligada caldereta. En fin, que el regreso a Madrid fue de ahorro de combustible total.

El resto de la tarde, para mayor disfrute, vinieron mi hija y su compañero para pasarla con nosotros. ¡Qué lujazo!

Y llegó el final, la mañana del domingo. El desfile por las calles de Madrid hasta la plaza Mayor y el regreso accidentado a casa... Faltaban unos cien metros para el kilómetro 99 cuando mi mega dijo ¡basta! y allí nos dejó. Llamada al seguro, la grúa, el depósito, el taxi... Y llegada a casa de diferente modo al que habíamos salido.

Así ha sido nuestra cuarta Castiza. Poco más o menos.

Que quede entre nosotros

viernes, 14 de septiembre de 2007

LA CASTIZA IV

Por cuarto año consecutivo, y mal que le pese al cenizo del Pere, mi hijo y yo nos vamos a La Castiza. La concentración de Scooters del Mega de Madrid.



Salimos mañana al mediodía. Desde el colegio, a cuya puerta estaré esperando con la máquina preparada, zampando millas para la Villa y Corte. Respetando sobre todo nuestra integridad y la de los demás... Es decir, sin pasarnos un pelo, que las dos ruedas hay que llevarlas con cabeza.



Estaremos alojados en el Arturo Norte de S.S.de los Reyes. El sábado realizaremos una ruta por los puertos y comeremos en La Granja.



El domingo haremos un recorrido por la Villa a tráfico parado (Castellana, Recoletos, Prado, Atocha, Puerta de Toledo, Bailén, Mayor)... Y desde la plaza Mayor donde nos haremos la foto de familia, regreso al dulce hogar.



En fin la de Dios...



Lo digo más que nada porque no me echéis demasiado de menos. Nos vemos el lunes o antes si alguien se anima a darse una vueltecita.



Os quiero siempre.



Que quede entre nosotros

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Tontos impenitentes

Este verano nos ha dejado, entre otras cosas, la muestra evidentísima de que aquí, con este "Gobierno de España", los más tontos tienen asegurado el porvenir. ¡Ojalá se hubiera utilizado esa campaña de resurgimiento de la palabra España en menesteres menos lastimosos!

No voy a hablar de las denostadas (con justicia), Álvarez, Narbona, Salgado, Cabrera, que bastante van dejando tras de sí en cuanto a despropósitos se refiere. Voy a hablar del impenitente Pere Navarro. Sí, otra vez.

Sus campañas lo único que consiguen es, a la hora de la comida, hacer que vayas cagando leches al cuarto de baño si no quieres echar la pota sobre la propia mesa, porque tiene muy mala hostia el gachó con la elección de la publicidad. Sí, ya sé que la cosa es grave, que nos estamos matando como gorrinos, que no aprendemos, etc. Pero precisamente de eso se trata, de aprender, de que nos enseñen.

Sus objetivos únicos son la estadística y recaudar, aunque no sé si el orden es el correcto. Y desde luego, estadísticamente, los números no le salen... De lo otro mejor no hablamos.

A veces pienso en que la realidad es que los españoles tenemos muy mala hostia y con tal de joderle los programas al tontín, llegamos y nos matamos. Otras, sin embargo, me doy cuenta, en esos habituales recorridos míos en los que veo el adelantamiento porque sí, el circular por la izquierda a 90 porque también, al señorito que se cree que su coche es el casino porque va hablando por el móvil, fumando y bebiendo... Todo eso sí, dentro de un orden. Me doy cuenta, decía, de que lo que falta es disciplina... Parejas de la guardia civil haciendo su trabajo, pero camuflados. De tal modo que sean capaces de ver lo que yo veo y sancionarlo y corregirlo.

Aquí todos sabemos ya dónde están los radares... Los fijos porque existe la obligación de anunciarlos. Los móviles porque empleamos mucho más tiempo en la picaresca que en cumplir nuestras obligaciones.

Los puntos han servido para eso: PARA NADA. Que a mí me digan en los medios que se han retirado 1.500 carnés, lo único que me provoca es la risa. O sea que de los 20 milloncejos de carnés que deben existir, se han retirado 1.500. Vale. O sea que todo este cacao lo organizan 1.500. ¡Joder con el Pere!

Aquí lo que hace falta es una buena logística de actuación. Organizar rutas para los agentes y que éstos se muevan por las diferentes carreteras. Con coches y motos sin distintivos y que se dejen de tanto radar y tanta cabronada que el único fin que consigue es la recaudación. Y que al INFRACTOR, a ese canalla que nos hace echar pie al freno para no estrellarnos contra la parte trasera de su camión; a ese imbécil que se ha creído que el carril de la izquierda es para ir tocándose los cojones, a esos tontos y tontas del haba que van prácticamente todo el tiempo hablando por el móvil... A esos, quitarlos de la circulación. Y además que se vea cómo se actúa. Y entonces sí, entonces nosotros, los españoles aguerridos para quienes las normas no son sino una excusa para saltárselas, APRENDEREMOS. No es tan difícil Navarrín, lo están haciendo en Catalunya.

Y ahora, para acabar de joderla (ya se sabe como son los tontos impenitentes), arremete contra las motos.

¿Quieres comenzar a arreglar esto?

No permitas que se vendan vehículos que puedan circular a más de 120 Km. hora.

Pero claro, resulta que los impuestos se cobran en relación directa con la potencia del vehículo. ¡¡¡Hipócritas!!!

Y es que en este Gobierno de España, como en otros también de España, nadie dimite por incompetente. Bueno, nadie dimite por nada.

¡Así nos va el pelo!

Que quede entre nosotros

jueves, 6 de septiembre de 2007

De vuelta

Todo ha quedado en calma a mi alrededor. Regreso a mi querida y odiada soledad. Mi hijo acabó sus intermitentes periodos de vacaciones. Mi compañera regresó a su trabajo. Los compromisos veraniegos (comidas, cenas, saraos), han alcanzado su fecha de caducidad y yo, al fin, quedo solo.

Como observador impenitente, he ido sufriendo las inclemencias de este verano pretendidamente caluroso y que apenas ha calentado unos días. Las inclemencias morales, éticas, violentas y catastróficas.

De ellas iré hablando a lo largo y ancho de este nuevo ejercicio que comienza.

El casco de mi goleta, impecable. Las velas, henchidas. Las ganas de navegar, intactas.

Que quede entre nosotros


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