viernes, 27 de abril de 2007

Viajes a ninguna parte

Regresamos de viaje. Y debería decir: Regreso yo, regresa ella. Porque eso es exactamente lo que sucede, que cada uno volvemos por nuestro lado, quizás como fuimos.

Ya no existe nada que nos una. El respeto realiza infinitas piruetas funambulistas a nuestro alrededor, sobre nosotros, sobre ella y sobre mí.

No sé qué ha pasado. Es como si todo se hubiera muerto, como si fuéramos tan necios que además de renunciar a la carne, también quisiéramos renunciar a la amistad, a la ternura. O precisamente una renuncia nos haya llevado a las otras. Pero ¿quién ha renunciado?

Siento como si fuera un muñeco permanentemente manipulado. Roto.

Tanto que no sé, a veces, dónde está mi dignidad. Eso es grave, lo sé también.

Y no sé qué hacer, ahora, en este instante. Lo que sí sé es que cada día está más cerca la marcha, a mi casa, a mis cuatro paredes silenciosas y quedas. Donde vuelva a ser yo sin tener que justificar que lo soy. Sin que deba haber otra razón para existir, que ser.

A veces creo que cree que no sabré. A veces creo que cree que no podré. A veces creo que esas son las razones por las que se manfiesta de ese modo.

Y no sabe que sé. Que sé vivir y hacerlo solo. Que llevaré siempre a buen puerto, la navegación a veces difícil de esta goleta aparentemente ingobernable. Que siempre lo he hecho.

Siento que el fin está cerca, próximo, hablándome al oído y quisiera, aunque no sé por qué, que no fuera así.

Confuso, muy confuso...


Que quede entre nosotros

lunes, 23 de abril de 2007

Largas ausencias

La verdad es que después de tanto tiempo, ni siquiera sé si debo comenzar disculpándome a mí mismo o pidiéndome disculpas, que para el caso sería lo mismo.

La verdad es que después de tanto tiempo, no puedo excusar mi ausencia en vacíos inexistentes. Quizás en la desidia que se apodera de mí ocasionalmente invadiéndome todo.

Durante todo este tiempo, durante toda esta larga ausencia, preñada de recuerdos de vosotros y míos, he sido como siempre, casi más de lo mismo. Se han disparado las alarmas de la intransigencia y se han abierto de par en par las puertas del respeto, casi a partes iguales, casi como siempre.

En todo este tiempo nada ha cambiado y sin embargo todo. Digamos que ha sido, casi como todas, una época de cambios, de grandes y pequeños cambios. He repasado, como creo que hacemos todos de cuando en cuando, lo que ha sido mi vida en los últimos meses, los proyectos y las realizaciones. Entre las segundas, consolidando los primeros, se halla la de haber perdido peso, no sé si tanto como me propuse, aunque sí de una forma sana y suficiente como para sentirme satisfecho de mi aspecto. Además es un proyecto aún en marcha.

Creo que no es de las peores épocas. Y lo digo porque esta mañana, mientras caminaba con mis bichos, iba pensando que hubo épocas en mi trayectoria en que pensé en el fin, en poner fin a todo. Hoy no lo pienso. Debe ser que es un mejor momento.

Hay otros, muchos desgraciadamente, en que pienso que la única solución pasa por aislarme, por irme a mi casa, a mi piso, a mis cuatro paredes mías, silenciosas e íntimas. Porque cada día la incomunicación me pesa más. No hay peor soledad que la compartida.

Creo que no lo hago porque me he vuelto vago y despreocupado. No sé si me importa o no lo que me está pasando. Ya no sé si quiero que me quieran o si quiero querer. No sé si quiero más sentirme solo o saberme solo.

Mientras, los pequeños accidentes domésticos me distraen... Se fastidió el PC. y aproveché para montarle un disco duro que tuviera casi esas cualidades, porque lo que tenía hasta ese instante era lamentable. Sé qué máquina tengo y no preciso más. No quiero más procesador no quiero más zarandajas. Sólo más memoria y más capacidad de almacenamiento, lectores y grabadores más rápidos... Cuatro euros si se sabe armonizar. Y en eso he ocupado gran parte de mi tiempo estos días... Me ha servido de aislante, de impermeable. Me ha servido.

En ese ínterin, como por accidente, han desfilado ante mi pupila poemas, escritos... Otros tiempos y estos mismos tiempos aunque con diferentes disfraces. He invertido minutos, horas... en descifrar claves de ficheros que andaban por ahí hacía años. He descubierto que mi vida siempre ha estado latente, plena, viva... He descubierto que siempre ha merecido la pena. Curioso ¿verdad?

Eso quizás es lo que hace que me pregunte ahora ¿por qué? Y no sepa qué responderme. Es como cuando me planto ante el espejo y no sé qué ponerme ese día concreto, nada me acopla bien, nada me "presta" como decía una amiga que decidió dejar de serlo.

O sea que sigo aquí, tan jodido como siempre, tan feliz como siempre, tan solo como siempre y tan pleno como siempre... Para no confundirme ni yo ni a quien pueda leerme, resumiendo: YO.

Y sí, una vez más...

Que quede entre nosotros