martes, 24 de mayo de 2011

Las lágrimas

Vienen e inundan nuestros ojos, como torrentes producto de esas impredecibles lluvias; en definitiva del dolor de nuestros recuerdos.

Me estoy quedando sin cigarrillos y mi nota tendrá la brevedad que requiera la urgencia en hacerme más. Me gusta esta etapa de artesano que ya dura casi un año, como me gustan tantas y tantas cosas en mi transcurrir diario. Hoy, nuevamente me sorprendía con un gesto simpático y limpio, un nuevo guiño ante el espejo. Esa imagen que no vemos de continuo pero que llevamos como estandarte. Soy feliz y se nota. Lo siento permanentemente.

Si pudiera evitar esas lágrimas ajenas me derramaría en propias. Sé que es fácil decirlo, pero también sé de dónde emana esa voluntad. Es fruto de recuerdos hermosos y cálidos, de tiempos indelebles al paso del tiempo. Si pudiera hacerlo, lo haría.

Lo haría ¡voto a bríos!, sin dudar, con el coraje con el que domeño las tempestades que han azotado mi navegar en el último año a punto de cumplirse. Lo haría con la misma ternura, con el mismo afecto, con el mismo cuidado de siempre. Por Júpiter que lo haría.


Poco importa mi libertad y mi risa si a quienes quiero y llevo en mi corazón, lloran. Porque sus lágrimas secretas y calladas inundan mi corazón como el agua desbocada asola las cosechas.


¡Ay si pudiera!


Que quede entre nosotros

lunes, 16 de mayo de 2011

La cajita de los secretos

Hace semanas, posiblemente meses (que el tiempo es algo que vuela tan alto y tan rápido); hace ese tiempo indefinido decía, se me vino de golpe a la mente la cajita de los secetos. ¿Existirá aún?

Allí estaban todas las cosas que había ido atesorando a través del tiempo. Correos, cartas, misivas... Me decía que ya apenas podía cerrarla.

¿Seguirá intacta? ¿Seguirá como la última vez que incorporó una nota, un mensaje, una rosa?

Se hace difícil ocultar una cosa así en un espacio tan reducido cuando además se comparte. Pero no sé por qué cuando lo pensé, cuando pensé en ello como hoy, tuve la esperanza de que sí, de que sigue allí, para poder acceder a ella y extraer todo lo bueno que vivimos.

Ya debe haber tenido a su hijo. Empleo deliberamente el verbo. Igual algún día le habla de aquella historia que vivió y que llenó sus días y sus noches, que la hizo feliz aunque, le dirá, ella ambicionaba mucho más de la vida.

Mis largas horas bajo la toldilla hacen que alguna vez, mezclados con el olor a salitre, me asalten recuerdos de una historia que fue y nunca debió dejar de ser. Son cosas, me digo, propias de navegantes, de gente que como yo no se ancla con facilidad. Sólo para avituallarme, solazar el espíritu y el cuerpo, y continuar con una navegación que me gusta, me llena, y me enriquece cada día de mi vida.

Todo porque pensé en la cajita de los secretos.

Que quede entre nosotros

viernes, 13 de mayo de 2011

Mi amiga sufre, yo sufro.

Está mal. Llora desconsoladamente. Hablamos y cada segundo está bañado en lágrimas. Es mi amiga, es madre y cree que su hijo ha hecho una mala elección, además repetida ¿será cierto que nunca segundas partes fueron buenas?

No sé qué hacer. Me siento inútil. Intento expresar mi cariño tratando de que redireccione sus temores. No es su vida, es la de él. Pero teme el fracaso que ya augura, y mucho más las consecuencias que tendrá para su amado hijo.

Sé que son días, temporadas... Pero también sé que cuando éstas formaban todo mi universo, ella estaba allí permanentemente. Consolándome, hablándome, dándome ánimos e ideas. Y me hizo mucho bien.

Lo único que sé claro es que siento sus preocupaciones y sus angustias como agujas que se clavan en mi corazón. La escucho, la llamo, salimos... No se me ocurre nada más que estar pendiente de ella, hacerle patente mi afecto, mi cariño. Nunca se está más cerca de la nada que cuando uno es incapaz de hacer sonreír a quienes quiere.



Que quede entre nosotros