lunes, 16 de mayo de 2011

La cajita de los secretos

Hace semanas, posiblemente meses (que el tiempo es algo que vuela tan alto y tan rápido); hace ese tiempo indefinido decía, se me vino de golpe a la mente la cajita de los secetos. ¿Existirá aún?

Allí estaban todas las cosas que había ido atesorando a través del tiempo. Correos, cartas, misivas... Me decía que ya apenas podía cerrarla.

¿Seguirá intacta? ¿Seguirá como la última vez que incorporó una nota, un mensaje, una rosa?

Se hace difícil ocultar una cosa así en un espacio tan reducido cuando además se comparte. Pero no sé por qué cuando lo pensé, cuando pensé en ello como hoy, tuve la esperanza de que sí, de que sigue allí, para poder acceder a ella y extraer todo lo bueno que vivimos.

Ya debe haber tenido a su hijo. Empleo deliberamente el verbo. Igual algún día le habla de aquella historia que vivió y que llenó sus días y sus noches, que la hizo feliz aunque, le dirá, ella ambicionaba mucho más de la vida.

Mis largas horas bajo la toldilla hacen que alguna vez, mezclados con el olor a salitre, me asalten recuerdos de una historia que fue y nunca debió dejar de ser. Son cosas, me digo, propias de navegantes, de gente que como yo no se ancla con facilidad. Sólo para avituallarme, solazar el espíritu y el cuerpo, y continuar con una navegación que me gusta, me llena, y me enriquece cada día de mi vida.

Todo porque pensé en la cajita de los secretos.

Que quede entre nosotros

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