miércoles, 31 de mayo de 2006

Tan anónimas...

Tan anónimas como imprescindibles, son estas páginas que tenía relegadas.
Son ese vínculo que establezco entre mi yo real y la cotidianidad de mi yo. Ese entremezclarse sentimientos y realidades, entre interior y exterior...
Es una lucha tan necesaria como vital por reflejar la simplicidad o tal vez la complejidad, de mi luz interior. Ésa que no es tan diferente de otras muchas, pero que me obliga a decirlo, como comentábamos hoy (otro miércoles), usando la palabra.
Esa palabra queda que holgazanea en mi interior mientras mi cuerpo, mis manos, mi energía, parecen estar absortos en lo artesano.
Esos sentimientos, esos cientos de miles de preguntas, esa crítica constante y ese anhelo de que la crítica se torne en luz y ésta en realidad.
Desde entonces, desde la última vez, he sentido la punzada tremenda del vacío que produce la pérdida de un ser querido, de un amigo. Murió mi Marce.
Desde entonces, también la satisfacción, el gozo de saber que otros reconocen mi prosa. Fui premiado en una revista de publicación nacional.
O sea, casi lo de siempre, la pena y la sonrisa, la alegría y la tristeza... De lo que estamos irremediablemente formados.
Y al final, como principio, la satisfacción honda y plena de que cada miércoles se ratifica lo que siento cada día de mi vida, estar impregnado de él, de mi hermano, de mi querido hermano.
Llena de inquietudes, de silencios, de fracasos y de realizaciones..., la vida merece la pena seguir viviéndola.
Que quede entre nosotros