viernes, 19 de septiembre de 2008

Ella es...

... menuda como un soplo, vibrante como un viento huracanado.
Ella mece las hojas de los árboles con su grácil melena al caminar.
Ella sonríe y ríen los pájaros y las estrellas.
Ella es un nuevo amanecer en mis pupilas.
Es ella como la miel de sus ojos, dulce.
Ella es el miedo y el arrojo.
Ella es el color y la paleta en que se mezcla.
Ella está hecha de mil historias que cela.
Ella es el verbo derramándose en las copas.
Ella es un sueño y la esperanzada ilusión de conseguirlo.
Ella es luz y sombras.
Ella es a quien nombro, a quien respeto y amo.
Es ella a quien le hablo en estas líneas.
Ella sabe quien es y yo quisiera
amarla cada día de mi existencia entera.

Que quede entre nosotros

jueves, 18 de septiembre de 2008

VIVIR

Vivir y desangrarse en caricias, en ternura, en apasionados besos.


Vivir sin dar tregua ni al tiempo ni a la mentira.


Vivir agotando el aire hasta la última bocanada que exhala la otra boca.


Vivir acariciando el espacio que ocupa y atraviesa.


Vivir...


Vivir derrochándose en afectos, en cariño, en abrazos...


Vivir en el exceso, en la lucha contra el tiempo.


Vivir para sentir que
en el interior late la vida.


Vivir para desmoronar silencios.


Vivir...


Vivir...


Vivir...


Shhh


Que quede entre nosotros

Las renuncias


¿A qué habría renunciado él? ¿A qué? Si alguien le hubiera dicho: Amigo, con veintiocho años vendrá a buscarte La Parca. ¿A qué?


Y veo a mi amigo, a Miguel, su padre, demostrando esa ternura y esa elegancia suya de siempre, incluso en esos momentos en que desgrana el calvario de su hijo. Una víctima más del puto cáncer.


¿A qué habría renunciado? ¿A qué habría dicho que no? ¿Qué cosas habría dejado para otro día?


Y me habla, y me cuenta que se agota, que leyendo los informes médicos se pregunta qué parte de su organismo no está ya afectada. Y se pregunta con serenidad e infinita angustia que esconde tras su férrea ternura, cómo serán los últimos instantes… Y le digo, no sufrirá. Tenlo por seguro, no sufrirá.


¡Veintiocho años!


¡Qué poco aprendemos de las terribles lecciones de la vida y la muerte! ¡Qué poco!


Abandonamos la divina obligación de ser felices ahora mismo, pensando en un mañana que nunca sabremos si llegará o cómo será.


Por eso, por el sufrimiento que me invade ahora, sintiendo el dolor de mi amigo, me pregunto en voz alta ¿por qué las renuncias?


Que quede entre nosotros

lunes, 15 de septiembre de 2008

Nowhere

En ninguna parte, en ningún lado... En medio de la nada más absoluta. Así nos encontramos cuando llega el momento crucial. Ése en que se desvela el misterio, en el que conocemos que el final está próximo.

Y cientos de veces me digo: estoy preparado. Ya no me importan las cosas por hacer (que siempre las habrá), ni la música por prodigar, ni elegir mi última canción que siempre es y será Unchained Melody.

Y lo estoy. Porque hoy en día sería estúpido negar que esa lacra de nuestra era llamada cáncer, se acabará apoderando de mí, como lo está haciendo de tanta gente. Es la enfermedad de moda que nunca denominarán pandemia.

Lo veo en los hospitales a los que tan poca afición tengo y que tanto visito por unas u otras causas. Gentes de toda condición, de todas las edades. Que los ataca aquí o allá y los devora lenta o rápidamente, sin apenas darse cuenta.

Es lógico, me digo, luchar. Aunque lo hago justificando su lucha. Yo prefiero conocer qué me queda y esperar fumando un cigarrillo o tomando ese vaso largo con poco malta, mucho hielo y un refresco de cola, mientras pueda hacerlo. Después ya sé, dejar de conocer y abandonarme a la parca.

Y es terrible no saber si esa maldita semilla está creciendo en nuestor interior, callada, silenciosa. Trepando por nuestras entrañas hasta provocarnos la náusea, el vómito, temer el instante de comer porque sabemos cual será el resultado... Y ya será demasiado tarde.

Pero creo que estoy listo, preparado para ir a ninguna parte.

Que quede entre nosotros

sábado, 13 de septiembre de 2008

LOS AMANTES

Irrumpen de pronto los amantes. Uno en la vida del otro y viceversa. Y sienten cómo se rompen las cadenas de la monotonía, y celebran con júbilo la luz que llena las antes lúgubres estancias de sus corazones.



Ella y él. Él y ella. Los amantes.



Y se renacen en mil besos, en mil abrazos. Y la vida es tan sólo un leve recuerdo hasta ese instante.



De golpe se evaden la oscuridad y la apatía, en palabras llenas de pasión y enardecimiento. Propias de ellos, los amantes. Suyas, de ellos.



No importa nada más que la emotiva sensación del abrazo, cuando la respiración parece abandonarlos y el galope enfurecido de sus corazones ya no se controla en su animal carrera.



Es la vida renovándose, reverdeciendo en cada beso, en cada palabra, en cada caricia, en la humedad incontrolada de sus sexos.



Nada importa más que la generosa ecuación del nosotros, renunciando a los sumandos.



Todo tiene esa perfecta imperfección de quien transgrede, del celo por guardarse el uno al otro, del secreto aroma de sus labios.



Ya están salvos de todo. Ya nada puede convocarlos a otra disciplina que el amor, ese que sienten trepando por su alma y su cuerpo como enredaderas.



Nada tiene mayor significado que ese instante en que por fin, saben, quieren y sienten ser únicos, distintos, diferentes...



Ellos, los amantes.



Que quede entre nosotros