viernes, 29 de abril de 2011

Está pasando...

Llevo días abandonado a la navegación, sin manejar siquiera el timón... El viento es suave y mi vida se amolda a la brisa y holgazaneo o mejor, el término que me gusta utilizar: me dedico a ociar.

Mi hijo quiso compartir conmigo unos días de estas vacaciones y aunque si se prolonga más su estancia habríamos acabado peor que Cagancho en Almagro. Mucho compartir, mucho reír, mucho disfrutar; con un solo pero..., sigue sin doblar el espinazo por nadie, ni por él mismo. En fin, fueron días felices en los que trabajé como un mulo de carga.


Andaba pensando esta mañana, conocida la desgarradora noticia de que estamos en más de cuatro millones novecientos mil desempleados, en lo desesperante que debe estar resultando para esos compatriotas subsistir un día más. ¿Cómo? ¿De dónde? ¿De qué? "¡Indignaos!", es el último libro que he leído y eso es exactamente lo que deberíamos hacer. Y tras la indignación, o consecuencia de ella, el movimiento.


Y esto no para, sigue su línea ascendente y los amos del mundo siguen sin torcer su brazo. Claro que analizados los resultados de la última Semana Santa, no creo que les entren muchas ganas... No tenemos ni vergüenza ni dignidad. Ochenta y cinco por ciento de ocupación hotelera!!!! Nos darán otra vuelta de tuerca. Me recuerda aquella anécdota que me contaron de jovencito sobre los perros del Ruti, que eran excesivamente juguetones y traviesos y aquél decidió rebajarles la cantidad diaria de alimento. Pasadas unas semanas y en un día de gran viento en que éste los arrastraba de un lado al otro del patio, del paupérrimo estado en que se hallaban; y viéndolos así desplazarse, el Ruti manifestó: ¡Ah, sí! ¿Aún tenéis ganas de juerga? A partir de mañana, nada. Oído cocina. Lo jodido es que luego pagamos todos. Los que hemos colaborado en el porcentaje y los que no.


Dos acontecimientos me hacen pensar en los recorridos que sigue la vida. Uno es esa muchacha atractiva que me atendía con exquisitez cuando iba al restaurante donde trabajaba y después lo dejó todo para seguir a un hombre del que presumiblemente se había enamorado. También acabó esa historia y no hace muchos meses me la encontré de frente y me consultó, haciéndome sabedor de que la iban a echar del piso que ocupaba por falta de pago, si se iba a casa de su madre o a la de un tío que estaba prendado de ella pero que vivía lejos de su residencia. Yo le dije: No pierdes nada con probar. La calle la tienes ahí, a la vuelta de la esquina. Lo peor que puede pasarte es retrasar ese momento; tu madre te acogerá siempre. No he vuelto a verla aunque es seguro que volveré a verla de nuevo. Fue una huida hacia adelante, no un deseo.


El otro es un hombre que llevo viendo varias semanas en la residencia donde está ingresado mi padre. Va en una especie de silla semitumbado y tiene osteoporosis. Él, en la primera ocasión que hablamos, se lo achacaba a su tremenda afición a las motos -toda su vida cabalgando alguna máquina. ¿Por qué sacarlo de su ensoñación? Ayer le pregunté qué edad tenía y me dijo que sesenta y tres años. Yo presumía que debía ser joven ¡pero tanto! Cuando le dije la mía me dijo que no le tomara el pelo, que de ningún modo la aparentaba. Es triste que enfermedades tan castrantes se ceben con personas jóvenes.


Y este mayo a punto de comenzar será testigo de la venida al mundo del hijo de MJ. ¡Dios, vaya panorama para iniciar una vida! ¡Ojalá que las cosas fueran muchísimo mejor de lo que son!


Sigo feliz y en estos últimos días; actuando de guardés, recuerdo aquellos lejanos días en que comencé este cuaderno de bitácora. Largos paseos por el campo, silencio y recogimiento... El domingo retornaré a mi vida normal. Tanto Ruby -que se estresa cada vez que nos trasladamos aquí-, como yo, andamos deseando de que suceda.


La vida pese a todo sigue siendo un gran regalo, un enorme regalo.


Que quede entre nosotros

lunes, 18 de abril de 2011

Navegación y fotografía

Como esta imagen arrancada a un anochecer de marzo, como ella; tranquilo, sosegado, en calma.

Así son mis días y mis noches. Así son las relaciones que atesoro. Todo sucede sin provocarlo, sin buscarlo. Apenas existen variaciones en mi rumbo, no hay golpes de timón. Y me inunda una paz y una dicha que nada tienen que envidiar a las calmas aguas que transcurren por esa acequia, a la vegetación que se aprieta y se proyecta sobre ellas para protegerlas, como esas nubes que coquetean duplicándose en su espejo.

Me gustaría poder prodigarme más, llevar este caudal de afecto a más gente a más lugares. Es una pena que el día tenga sólo veinticuatro horas para dar.

Se aproxima el verano y con él el final de un año preñado de cambios, de amargura al principio y alegría sin límites a su término. Un periodo único en mi vida en el que he aprendido a ser mejor; a no guardar dentro de mí sentimientos negativos; a perdonar y a pedir perdón, sin esperar más que otro nuevo día para seguir siendo feliz.

Habría sido una pena que mi goleta no navegara estas aguas. Aquí está mi bitácora dando prueba de que fue cierto, que las surqué a finales de marzo.

Que quede entre nosotros

viernes, 8 de abril de 2011

Más...

La gilipollez humana no tiene límites. Ropa cara, ella estirada, pero la boca, ¡ay, la boca!, cómo pierde a la gente... Andaba yo por una playa próxima donde habíamos acudido Alex, Mireya y este viejo marino, para realizar un reportaje fotográfico -homenaje que me merezco sin lugar a dudas-, cuando la vi mientras caminábamos a tomar café en una terraza de las de toda la vida; y para echarnos unos cigarrillos a la salud de la Leyre. La vi, decía, y me llamó la atención su aspecto y su estúpida boca. Hablando de alguien a quien a buen seguro estaba despellejando, decía de ella que tenía la lengua "vivípara" (Dicho de un animal: Cuya hembra pare hijos en la fase de fetos bien desarrollados; p. ej., los mamíferos. U. t. c. s.). O sea, que imaginaos la lengua de la aludida. Y es que meterse en ciertos jardines, invita a esas cosas. No es lo mismo "bífida" o "viperina", que supongo que serían los términos que buscaba la moderna.

Es lo que persiguen estos gobernantes de mierda, que la gente sea cada día más burra y que además se jacte de ello. Pues lo están consiguiendo.

Es el mandato de aquellos que nos quieren de rodillas. Y curioso que descubro en un libro que debéis leer "¡Indignaos!", que no voy mal encaminado.

Así nos va el pelo, claro que a mí como si se operan, sigo fiel a mi propósito de ser cada día mucho más feliz. A pesar de que me desespere tanto pasotismo en la gente, domeño ese sentimiento y sólo queda un posillo de tristeza tan ajena que la espuma de la navegación de mi goleta engulle sin tregua.

Mis dolores están prácticamente desaparecidos y ya puedo erguirme ante el timón y divisar ese horizonte claro que es el rumbo elegido.

No dejéis que os humillen más... ¡Indignaos! Leed, buscad, formaos...

Que quede entre nosotros