viernes, 8 de abril de 2011

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La gilipollez humana no tiene límites. Ropa cara, ella estirada, pero la boca, ¡ay, la boca!, cómo pierde a la gente... Andaba yo por una playa próxima donde habíamos acudido Alex, Mireya y este viejo marino, para realizar un reportaje fotográfico -homenaje que me merezco sin lugar a dudas-, cuando la vi mientras caminábamos a tomar café en una terraza de las de toda la vida; y para echarnos unos cigarrillos a la salud de la Leyre. La vi, decía, y me llamó la atención su aspecto y su estúpida boca. Hablando de alguien a quien a buen seguro estaba despellejando, decía de ella que tenía la lengua "vivípara" (Dicho de un animal: Cuya hembra pare hijos en la fase de fetos bien desarrollados; p. ej., los mamíferos. U. t. c. s.). O sea, que imaginaos la lengua de la aludida. Y es que meterse en ciertos jardines, invita a esas cosas. No es lo mismo "bífida" o "viperina", que supongo que serían los términos que buscaba la moderna.

Es lo que persiguen estos gobernantes de mierda, que la gente sea cada día más burra y que además se jacte de ello. Pues lo están consiguiendo.

Es el mandato de aquellos que nos quieren de rodillas. Y curioso que descubro en un libro que debéis leer "¡Indignaos!", que no voy mal encaminado.

Así nos va el pelo, claro que a mí como si se operan, sigo fiel a mi propósito de ser cada día mucho más feliz. A pesar de que me desespere tanto pasotismo en la gente, domeño ese sentimiento y sólo queda un posillo de tristeza tan ajena que la espuma de la navegación de mi goleta engulle sin tregua.

Mis dolores están prácticamente desaparecidos y ya puedo erguirme ante el timón y divisar ese horizonte claro que es el rumbo elegido.

No dejéis que os humillen más... ¡Indignaos! Leed, buscad, formaos...

Que quede entre nosotros

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