miércoles, 18 de septiembre de 2013

Se va...

Hoy, en esa visita de los miércoles, era ostensible: se va.

Tiene dibujado el perfil de la muerte en su cara, en lo afilado de su nariz y en esa boca abierta en ademán de tomar más aire, de seguir...

Ya no hay respuesta a la palabra ni la caricia. Ya está más en ese otro lugar que aquí.

Mi padre se apaga, su vida se apaga. Ha sido una larga agonía de ocho años, que es la que separa la ida de mi querida madre y la suya. Es cuestión de días, quizá alguna semana, pero se va. Y la siguiente generación soy yo, somos mi hermano y yo. Lo hablábamos al regresar de la residencia; nos toca a nosotros.

No temo nada. Al menos en los últimos diez años he sabido gestionar mi vida como nunca antes. Llamar al pan, pan. Luchar por ser feliz con uñas y dientes; con esa propuesta clara de que si yo soy feliz, irradio felicidad y la gente que me roza, siente esa sensación agradable de alguien que ríe con toda su risa.

Se lo debo, aunque sólo haya sido por hacer lo opuesto.

Que quede entre nosotros

domingo, 15 de septiembre de 2013

LA-DI-NO *Astuto, sagaz, taimado

Así es, sin lugar a dudas. ¡Ya me gustaría a mí que fuera de otro modo!

Después de casi un año sin noticias (nunca le desearía nada parecido a nadie), emerge en el mes de junio. E inmediatamente pienso: Quiere algo, va a pedir algo, pero me impongo sentir el día, el instante, y olvidarme de posibilidades o previsiones.

Un mes antes, aproximadamente, su hermana nos anunció a todos que se casaba y me pidió la dirección para enviarle la invitación. Cuando ella lo instó a ir conmigo, él dijo que se arreglaría por su cuenta. Yo respeté su decisión.

Pensé, al acercarse, que posiblemente lo que quería era eso, venir conmigo, que fuéramos juntos, pero el tiempo pasó sin hablar del asunto e hice mi reserva y organicé mi viaje.

Nos vimos en tres ocasiones más desde finales de junio, siempre para comer. Escasa charla e idéntica comunicación. No dijo cuales eran sus notas, aunque sí que debía cambiar su idea inicial porque éstas no daban para lo que había previsto hacer, así es que haría un módulo superior de realización de vídeo (no recuerdo exactamente qué tratamiento le dio, posiblemente porque no creo en lo que me cuenta). Y de nuevo, como sucediera en agosto del 2012, desapareció. No vino como se había propuesto y me había anunciado, a ver a su abuelo (cuatro años sin verlo son muchos años), y eso que ello le daría también la oportunidad de estar con su primo. Tenía que grabar un vídeo de uno amigo y tal y tal...

Una vez más se excusó y ya no ha habido más contacto, salvo el que tuvo para dirigirse a mí interesándose sobre lo que iba a hacer para acudir a la boda. Así es que sí, que sí quería algo, aunque del modo en que lo digo en el título, de forma astuta, sagaz y taimada. Se había aproximado porque pensó que tenía tiempo para ir soltándomelo; para decirme que sus vacaciones en Mallorca, su nuevo teléfono, su objetivo de 50 mm. para su Canon, sus salidas, sus copas..., no le habían dejado posibilidades para acudir a la boda de su hermana. Yo no tengo dinero, y además tenía que irme un día antes para acudir a la firma en el juzgado. Se lo dije.

En los días previos a la boda, a través de las redes sociales, colgué un artículo de opinión que retrata muy bien a su especie, a su condición. Como respuesta, hizo unas manifestaciones también en su muro, que decía escuetamente: "YO SIGO PENSANDO QUE PARA HABLAR DE LA VIDA DE LAS PERSONAS, HAY QUE ESTAR EN LA VIDA DE LAS PERSONAS. SILENCIO COMO PREMIO A LA HAZAÑA DE LA MEZQUINDAD Y LA TACAÑERÍA". Así, gritando, con mayúsculas.

Ni siquiera esa manifestación irrespetuosa, tendenciosa, con mala hostia; me hizo cambiar un ápice el ritmo de mi vida. Ya nada me sorprende de él.

Una tarde, pensando en ello, en la cantidad de horas, dedicación, ternura, amor, que he puesto en nuestra relación, escribí en mi muro "Tuve y no supe ser. No tengo y soy. Con lo justo para llegar mal a fin de mes, haciendo juegos malabares cuando llegan gastos extras. Aunque lo más importante es que no me importa haber pasado de las camisas a medida, a comprar la ropa en mercadillos o en supermercados. De comprar todo cuanto se me antojaba, a prescindir de antojos. Soy feliz. Pero nunca, ni entonces ni ahora, he sido cicatero. Lo material viene y se va, sin dejar más raíces que un vago recuerdo si fue un auténtico capricho. Lo interior permanece, SIEMPRE. No estoy facultado para decir a nadie qué tiene o no que hacer o ser; cada cual tiene su propia vida y nadie puede vivir otras vidas. Por eso acepto incluso los comentarios más mordaces y las críticas más despiadadas y faltas de rigor; porque lo dicen otros labios, otras personas, otras vidas. Es fruto de la libertad y ésta es el mayor tesoro del ser humano. No sé, me encontraba tontón, pero queda dicho".

Su respuesta no se hizo esperar: "Oiga usted, ya está bien, váyase un poco a tomar viento. Mi afán es el de un trepa. Mis medios, los más ruines. Mi indignación, desconsiderada y exacerbada. Es justo, me lo merezco. Me lo merezco porque la culpa siempre fue mía. Porque aquel que se refugia bajo el cálido amparo de su propio ombligo -al que ha de acicalar cada día para que no se desmorone-, ha creído más conveniente que la culpa caiga sobre mí. Porque esto es victimismo y no la previa. Porque como bien hace la gente en señalar, soy uno de esos críos sin escrúpulos y sin mayor complejidad que la de hallar felicidad en que me colmen de caprichos. Tal vez... Tal vez quien piense eso solo necesite autoafirmación. Todos necesitamos poder seguir mirándonos al espejo, ¿no?. Si creéis que la doble moral tiene utilidad, adelante; id por ahí aleccionando al personal con contundentes muestras de principios, mientras las ruinas de vuestros vínculos se resquebrajan más si cabe. El problema de la gente es que ha idealizado su dignidad. Y a todos nos huele la mierda. Ahora bien... Todo aquel que piense eso de mí, merece vivir así de engañado. Cada uno carga con su cruz".

Bueno, pensé, no sé porqué razón, pero si siente eso de mí, sus razones tendrá. Propias o adquiridas, las debe tener.

No puede recordar que aun sin quitarme la chaqueta, a las ocho en punto y durante años, cada tarde, estaba en casa para bañarlo, preparar su cena y dársela; contarle sus cuentos (esos cinco minutos más al lado de papá). Cada día, abandonando todo lo que estuviera haciendo, urgente o no. No puede recordar que durante años, cada vez que tenía ocasión me ponía en carretera para que los hermanos estuvieran juntos. No puede recordar que cada miércoles a las cinco de la tarde, fuera como fuera mi agenda, estaba en la puerta del colegio para disfrutar unas horas con él. Debe ser terrible no poder recordar cosas hermosas y alimentar el interior sólo con lo que uno imagina o crea.

Debe ser terrible utilizar términos como mezquindad, tacañería, y mandar a alguien "a tomar viento" (al menos hay visos de educación al no utilizar el término que se dibuja debajo "a tomar por culo"). Debe ser terrible para su alma, pero no me siento autorizado para decírselo. Debe haber una voz interior que se lo grite, y si no es así, es que no merece la pena.

No le he dicho  que, en reciprocidad a esa falta de respeto y afecto, cada mes, sin excusa ni pretexto, cumplo con unas obligaciones económicas que me impongo yo, pero de las que un tribunal, a la vista de nuestra maravillosa relación y de sus manifiestos respeto y consideración hacia mí, seguramente me eximirá. Y lo hago pese a que no tengo para disfrutar un café con amigos, o reparar mi vieja moto. Él, antes que yo.

Mi hija se casó el viernes. Una boda perfecta. Un ambiente feliz y distendido. Su sonrisa, su felicidad, son mucho más de lo que un padre puede esperar de un hijo. Él no estuvo pero su ausencia no enturbió esos instantes.

Quería escribir estas líneas para poder recordar, para que sigan aquí como testigos mudos de algo que no fue, que pudo ser, pero que no fue, seguro.

Quería escribir estas líneas para despedirme, para pasar página, para decir adiós. Hacerlo para dejar testimonio de que no quiero que un ser ladino forme parte de mi vida.

Que quede entre nosotros