jueves, 27 de julio de 2006

A mis amigos

Como decía mi bien amado Alberto: "A mis amigos les adeudo la ternura..."

A quienes hacen que mis velas se hinchen al viento cálido de sus entrañables misivas, GRACIAS.

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Serpenteas coquetón haciendo caracolas, entre mi mano y la altura, donde te desvaneces y no puedo alcanzarte. En ocasiones consigues entrar en mis ojos e incomodarme, y me haces llorar sin deseos y sin dolores. Pero estás aquí, siempre que quiero; acomodándote dentro y fuera de mí, ahora entrando, ahora saliendo. Eres un buen compañero.

Por eso esta noche quiero hablarte de ella, de mi adorada, de la que siento, de la que sueño...

Hoy he visto en sus ojos y en sus gestos más ternura, más comprensión, más amor y más agradecimiento, que nunca en mi vida. A partes iguales, arrebatándose los huecos, intentando no dejar vacíos en sus profundos silencios. En una sola hora.

Y tú estabas allí, donde nace un beso, donde se esconde o se rompe un silencio. ¿No te diste cuenta? Del brillo de sus ojos, del trémulo aleteo de sus manos y ese caer vencidas no sé a qué sima, cuando se inicia un beso. ¿De sus palabras pausadas y tranquilas que removiendo el viento tornaron en "te quieros"? ¿Y no te diste cuenta, torpe compañero? Me preguntó temblando si creo que me quiere y yo dije que sí, rápido, sincero, tratando de significar lo que estaba sintiendo. Lo que ahora estoy haciendo con mucho más acierto.

No sé porqué te hablo, no sé porqué te cuento. Te elevas y te vas ligero y sin concierto, como si no me hicieras caso, como si a pesar de entrar y salir de mis entrañas no te dieras cuenta de lo que estoy diciendo, de lo mucho que la quiero.

27 diciembre 1984
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Porque os quiero.

Que quede entre nosotros

miércoles, 26 de julio de 2006

Yo escribía...

De los rincones pequeños del alma, emergen en ocasiones cosas como ésta que sentía y escribí allá por el 91...

Tal cual.


Nuestro Amor en Primavera

No me preguntes amor,

Por qué el día es triste

Y la mañana se derrama

En lágrimas de primavera.

Pregúntame, si acaso,

Por qué siento este amor

Que trepa, de mi corazón

Hasta los confines de mi alma.

Sabría decirte que el amor,

Se hiere a veces, y me daña

En su animal escalada,

En su cerebral estancia.

No sabría, sin embargo,

Decir por qué la primavera,

Plena de ti y de mí,

Se vierte en lágrimas.

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Shhh., Que quede entre nosotros

jueves, 6 de julio de 2006

Cosas sueltas

Gusto me da, pardiez, visitar algunos barcos que me tienden su escala.
Gusto me da, que pese a que cada día hay más borregos y tocinos, en esos lugares se respira un aire cálido, de ansias de aventura, de inquietud por lo interior.¿Sabéis que tenemos la no sé cuántas reunión de familias? ¿Sabéis que vendrá el Papa?
De momento, hay que limpiar de desarrapados el cauce del río. En esa limpieza participarán no sé cuántos agentes que nunca están cuando se los necesita, o simplemente tardan en llegar.De momento, llevamos gastados no sé cuántos mil euros de vellón en dejarlo todo monísimo... Porque viene el Papa.
El Papa, según me explicaron cuando era pequeño, es el representante de Dios en la tierra. Del dios de los cristianos, o de los católicos, ya no sé bien.
Y este Dios nuestro, que pesa de narices en un país aconfesional (porque somos aconfesionales como el que más), y progresista, está más por los grandes eventos que por mirar hacia donde está la pobreza, la miseria, la muerte... Eso queda feísimo.
Es un dios ¿cómo diría yo?, de diseño, de escaparate de la Quinta Avenida. Le gustan más las riquezas que a un tonto una tiza. Pero se queda uno con una paz y un no sé qué, cuando sabe que nos va a visitar...
Mientras tanto, acuciados por tanto dolor (ajeno, por supuesto), políticos y politiquillos se prestan al primer plano, acongojados por la tragedia de esos parias que han desaparecido engullidos en las entrañas de la tierra. Estudiantes, trabajadores... Porque ellos, los apenados dirigentes, no cogen esa maldita linea de metro, con vagones prehistóricos... Tiene cojones que un metro que no sé si llegará a cincuenta centímetros, se cobre cuarenta y una vidas cuando otros, con muchísimos más kilómetros, viajeros, frecuencia, se mantienen afortunadamente impolutos.
Acostumbrado a viajar en el metro de otra ciudad cuando era un mozalbete, creedme que cada vez que me veo obligado a coger esa línea, me tiemblan las cujas. Todo porque soy muy aprensivo y me gustan los vagones nuevos, amplios y confortables, dotados de sistemas seguros y modernos ¡es que soy de un exigente!
Así es que, resumiendo, que se me va el santo al cielo; que disfruto de la brisa que se respira en esos navíos que me ofrecen cobijo ocasional y me hacen olvidar que seguimos siendo, gracias a los chorizos a quienes confiamos el timón de este país nuestro, ciudadanos de tercera o cuarta división. Eso sí, el Papa viene a vernos. Estoy de un contento...
Que quede entre nosotros