lunes, 26 de febrero de 2007

Sano y salvo

¿Pérdida de movilidad? Jeje. Creo que me muevo más que antes.

El cirujano me ha dejado verlo todo. Bueno, todo menos lo del brazo izquierdo, porque para eso habría tenido que ser contorsionista de cuello y de ahí, precisamente, ando como un poquitín patoso. Es impresionante ver cómo cortan tu carne sin sentir nada, cómo se introducen las pinzas para abrir más la precisa incisión y sentir que es tu organismo y sigues sin sentir nada. Ver cómo aprietan para sacar esa maldita bola que no es tal sino un paquete irregular compuesto de nódulos.

¿La pierna? Ahí ha sido mejor, porque era cortar el trozo de piel que tenía el tumor.

¿Y los puntos? Admiro a la gente que sabe hacer bien su trabajo, con precisión, con maestría. ¡Qué costuras, Dios! Como para lucirlas.

O sea, que he disfrutado más que un chiquillo con una Play Station de última generación.

Todo a analizar, claro. Pero no voy a pensar ahora cual va a ser el resultado porque no lo sabré hasta el día en que vaya a quitarme los puntos, a mediados de marzo.

Gracias Abir y Nekane por vuestras muestras de cariño. Igual ahora cojo carrerilla y, con la excusa de estar "convaleciente", escribo más aún.

Que quede entre nosotros

domingo, 25 de febrero de 2007

Compás de espera

¿Sabéis? No es que me prodigue en demasía, pero en esta ocasión está justificado con creces. Es que fue mi cumple, cuatro días después del de mi querido José (a quien quiero hermano), y ya es sabido, que si una cervecita por aquí, una comidita por allá... En fin, mucho deseo cumplido.

Mañana me van a quitar cuatro cosillas, bueno tres para ser más exactos. ¡Es que ya que me pongo! Un lipoma en el brazo izquierdo, otro debajo de la teta del mismo lado (el mío, conforme se me mira, la de la derecha), y un tumor en una pierna que podría llegar a transformarse en un sarcoma. O sea, que el cirujano se va a pasar un ratito de narices.

Igual no me impide la movilidad del brazo y vengo y os lo cuento, pero por si no fuera así, ya sabéis de qué pie cojeo.

Os quiero un montón.

Que quede entre nosotros

viernes, 16 de febrero de 2007

Caminos... Caminantes

Un pie tras otro, como una idea tras otra, como un sentimiento tras otro... Para construir caminos.

Caminos que el tiempo emborrona, disuelve... Como las ideas, como los pensamientos, como el recuerdo.

Caminos que se andaron juntos, o en solitario... Caminos al cabo.


Y nosotros, los andantes, los caminantes, los que hemos sentido el aroma de la persona que venía a nuestro lado, los que hemos escuchado su voz, los que hemos vibrado con sus lágrimas y reído con sus risas.


Y quedaron atrás, rodeados de olvido o de recuerdo, pero atrás. Emborronándose, disolviéndose o perpetuándose.


Aunque quedaron atrás con amor, con nostalgia, con apasionamiento... Esa forma de quedar atrás que siempre los mantiene a nuestro lado. A los caminantes, a los andantes.


Hoy, mirando al cielo y viendo esos fugaces caminos, os recordaba a todos, a todos a quienes he amado, a todos los que habéis dejado esa huella imborrable, indisoluble, en mi corazón.


Para todos vosotros, esta imagen que habla de nosotros.


Que quede entre nosotros

domingo, 11 de febrero de 2007

Como perros y gatos.


No voy a decir nada, porque una imagen vale más que mil palabras. Sólo que ojalá aprendiéramos a vivir como perros y gatos... Otro gallo nos cantaría.

Que quede entre nosotros

lunes, 5 de febrero de 2007

Su última carrera

Todo ha sucedido en segundos, como cualquier tragedia.

Regresaba a casa a mediodía y, al entrar en la urbanización, a unos cinco metros de mí, he visto a ese gatito que veía habitualmente, realizar un salto imposible. No podría decir cual ha sido la causa.

La valla a la que trepaba huyendo de los coches, ésa que era “pan comido”, de repente ha sido como un muro infranqueable. Le he visto saltar y golpearse en la cabeza con un ruido sordo. Caer de nuevo al suelo retorciéndose en medio de la calzada, como queriendo aferrarse a algo que ya no existía, hasta quedar inmóvil.

He detenido el coche y he bajado.

Un cordón de sangre manaba de su boca y sus esfínteres habían dejado de actuar. Allí estaba, con los ojos abiertos de asombro, la boca entreabierta y una meadita empapándole sus cuartos traseros. Quieto, inmóvil, lejos de sus carreras y sus miradas al pasar.

No sé qué ha pasado, Dios. No lo sé. No podría decir si lo ha golpeado antes un coche o ha sido su huida pavorosa y desesperada, pero ya no volveré a verle al pasar con mi coche.

Lo he cogido con mimo y lo he dejado sobre la acera. De verdad que no se me ocurría nada más que pudiera hacer, que evitar que fuera atropellado y destripado hasta quedar reducido a su piel.

Y me he venido llorando desconsoladamente porque no me gusta verle la cara a la muerte. Aún me atenaza ese nudo que se empeña en no dejarme respirar por evitar más lágrimas.

Descansa en paz gatito blanco y negro que me mirabas al pasar.


Que quede entre nosotros