jueves, 18 de septiembre de 2008

Las renuncias


¿A qué habría renunciado él? ¿A qué? Si alguien le hubiera dicho: Amigo, con veintiocho años vendrá a buscarte La Parca. ¿A qué?


Y veo a mi amigo, a Miguel, su padre, demostrando esa ternura y esa elegancia suya de siempre, incluso en esos momentos en que desgrana el calvario de su hijo. Una víctima más del puto cáncer.


¿A qué habría renunciado? ¿A qué habría dicho que no? ¿Qué cosas habría dejado para otro día?


Y me habla, y me cuenta que se agota, que leyendo los informes médicos se pregunta qué parte de su organismo no está ya afectada. Y se pregunta con serenidad e infinita angustia que esconde tras su férrea ternura, cómo serán los últimos instantes… Y le digo, no sufrirá. Tenlo por seguro, no sufrirá.


¡Veintiocho años!


¡Qué poco aprendemos de las terribles lecciones de la vida y la muerte! ¡Qué poco!


Abandonamos la divina obligación de ser felices ahora mismo, pensando en un mañana que nunca sabremos si llegará o cómo será.


Por eso, por el sufrimiento que me invade ahora, sintiendo el dolor de mi amigo, me pregunto en voz alta ¿por qué las renuncias?


Que quede entre nosotros

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