sábado, 13 de septiembre de 2008

LOS AMANTES

Irrumpen de pronto los amantes. Uno en la vida del otro y viceversa. Y sienten cómo se rompen las cadenas de la monotonía, y celebran con júbilo la luz que llena las antes lúgubres estancias de sus corazones.



Ella y él. Él y ella. Los amantes.



Y se renacen en mil besos, en mil abrazos. Y la vida es tan sólo un leve recuerdo hasta ese instante.



De golpe se evaden la oscuridad y la apatía, en palabras llenas de pasión y enardecimiento. Propias de ellos, los amantes. Suyas, de ellos.



No importa nada más que la emotiva sensación del abrazo, cuando la respiración parece abandonarlos y el galope enfurecido de sus corazones ya no se controla en su animal carrera.



Es la vida renovándose, reverdeciendo en cada beso, en cada palabra, en cada caricia, en la humedad incontrolada de sus sexos.



Nada importa más que la generosa ecuación del nosotros, renunciando a los sumandos.



Todo tiene esa perfecta imperfección de quien transgrede, del celo por guardarse el uno al otro, del secreto aroma de sus labios.



Ya están salvos de todo. Ya nada puede convocarlos a otra disciplina que el amor, ese que sienten trepando por su alma y su cuerpo como enredaderas.



Nada tiene mayor significado que ese instante en que por fin, saben, quieren y sienten ser únicos, distintos, diferentes...



Ellos, los amantes.



Que quede entre nosotros

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