Mi querida Elisa, mi amiga del alma. La persona más buena, más educada, más noble, más cálida y más tierna; se ha marchado.
El dolor que siento, la sensación de vacío que me invade, este pozo oscuro de incertidumbres ciertas. ¡Qué dolor!
El teléfono sonó a primera hora para darme la terrible noticia. Ya era media tarde en donde ella habitaba.
A quince días exactos de su cumpleaños, para quitarme ese placer indescriptible de llamarla, escuchar su voz y cantarle el cumpleaños feliz.
Donde quiera que estés, amiga, seguirás siendo tan guapa, tan grande, como lo has sido en este lugar de tránsito. Y siempre vivirás en mi corazón.
No puedo decir nada más ahora.
Que quede entre nosotros
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