Verdad es, amigos míos, o amigo mío, refiriéndome a mí mismo porque tras tan largas ausencias igual nadie viene por aquí ni por decir "haré", que este país seguirá siendo lo que es porque nosotros lo posibilitamos.
Estoy de nuevo en suspensión. Y me gusta. Creo que nunca me gustó tanto como hoy. He dedicado mis últimos 17 meses de vida a un proyecto en el que me embarqué con ilusión. Y durante ese tiempo he renunciado a prácticamente todo (más tonto soy yo), aunque, que no pero, era lo que me nacía hacer y ya sé que cuando me empeño en algo lo hago en cuerpo y alma.
Llevaba ya varias semanas dándole vueltas a la idea de dejarlo y abandonarme a esa otra vida en la que yo pueda disfrutar de todo lo que he invertido durante mi larga andadura laboral. Y mira por dónde, anticipándose a mis pensamientos, una panda de mangantes que no tienen otro currículum que el saber aprovecharse de los demás, van y me lo ponen a huevo y con premio. Así se las ponían a Fernando VI.
Y aquí estoy nuevamente, dispuesto a apurar lo que me reste de vida en ese proyecto maravilloso que es tratar de seguir creciendo.
La villanía sigue erigiéndose entre los más débiles. Cuanto más débiles más ignorantes y más villanos (¡Dios qué país!). Así los mangantes a los que me refiero y que proliferan en muchos, demasiados sitios, no precisan hacer esfuerzos, se lo dan hecho.
He conocido a gente buena, o a buena gente. Gente de la que no me he despedido porque uno se sacude el polvo de las sandalias cuando se arrepiente de haber pisado en algún lugar indeseado.
Esa gente viene con mi corazón. Ha logrado un lugar en él de pleno derecho. Y ahí seguirá. Eso es gratificante y es un premio excepcional. Lo demás, como casi todo lo demás, para el olvido.
Me voy de un lugar que me ha ayudado a soportar una crisis personal anticipada a la que nos rodea por todas partes, y de la que todo sea dicho, los únicos culpables somos los trabajadores (por eso no se desprenden de sus yates, de sus coches de lujo, de sus viviendas palaciegas, sino de nosotros los trabajadores; en definitiva si lo hacen será porque somos culpables ¿o no?). Y lo hago con la enorme satisfacción de haber hecho cuanto estaba en mi mano por mejorar procesos, sistemas, calidad... Nada que reprocharme ni yo ni los mangantes.
Por eso, hago borrón y cuenta nueva.
¡Ah!, que quede entre nosotros.