De cuando en cuando, pero que muy de cuando en cuando, vengo por aquí, reviso la cubierta, la toldilla, los camarotes... En fin, que le echo un vistazo a todo para que mi goleta siga navegando aunque muchas veces sola, con el timón automático, a merced de los avatares de vientos y corrientes. Ya sé que luego ella endereza, cambia y continúa. Así debe ser.
Echo un vistazo y observo que la trayectoria es casi similar a la del año anterior, discurriendo por la misma cantidad de escritos y versando sobre los mismos temas. Como reza en mi presentación: un buen cojín de sueños, que poco más que eso somos.
De cuando en cuando observo que quienes me quieren, quienes han aprendido a quererme a través de esta placentera travesía, siguen viniendo y dejando muestras de su afecto sobre este cuaderno de bitácora, una de cuyas acepciones de nuestro diccionario de la Real Academia, es: "Libro pequeño o conjunto de papel en que se lleva la cuenta y razón, o en que se escriben algunas noticias, ordenanzas o instrucciones". Sin más pretensiones, sin mayor ambición que ésa, dejar constancia de lo que siento, de lo que me emociona o me cabrea. Porque de no hacerlo, ni yo mismo lo recordaría unos meses más adelante. Sí, ya sé que me enrollo, como las persianas y no precisamente las de Persia (ahora Irán y en el futuro igual Volverán)... Que sí, que vale, que me estremecéis. Porque (y ya lo he dicho en más de una ocasión, creo), esto nació sin más vocación que satisfacerme, que servirme de testimonio de mi propia existencia y vuestras visitas, altruístas y generosas, son una bendición. Es evidenciar que, de alguna forma, lo que digo, lo que escribo, es capaz de tocar al menos levemente vuestros corazones o vuestras conciencias.
Y eso, en estos tiempos de vorágine electoral y electoralista (yo opto claramente por el segundo término), resulta más grato aún. Porque estoy cansado de tanto mangante, de tanto sinvergüenza que acude a nosotros para decirmos: "Oye, majete (así de coloquiales), que estoy aquí. Que conmigo esto y lo otro. Que te voy a hacer pisos por un tubo... Y baratos...", y como decía mi Rosa, sólo quieren ir "al poder, al poder, a hartarse de mandar... Y a olvidar, las cosas que decían hasta ayer... Al poder, al poder". De verdad, lo único que desean, porque ¡pobrecitos míos!, con lo mal que lo pasan, con lo que se putean los unos a los otros, con ese juego endiablado de dividirnos en lugar de unirnos: el poder. Si no fuera por eso sería insoportable ¿verdad?
A mí al menos no me han dejado sueños, ni ilusiones, ni esperanzas... En apenas treinta años han sido capaces de contaminarme tanto que no sé cuántos harán falta para limpiarme nuevamente. Se les debería caer la cara de vergüenza al darse cuenta de que siendo más, cada vez son más pequeños los lugares donde acuden para que parezca que hay multitudes. Claro que ver un estadio o una plaza de toros con más claros que nubes sería para echarse a llorar. Me gustaría que fuera de diferente forma, pero ya sabéis que tiendo a lo onírico. Es sólo un vaivén. Mande quien mande, los de abajo siempre seremos los mismos.
Por eso, además, os agradezco en sumo grado vuestras manifestaciones de cariño.
Que quede entre nosotros