domingo, 9 de enero de 2011

Mi leal Ruby

Sí, ya sé que escribí de él, pero es que se merece más páginas, más espacio, más amor.

En estos días en que los compromisos llenan absolutamente mi agenda, cuando llego a casa como anoche, y una llamada me secuestra afectuosamente de mis hábitos, parece no entender que haya estado todo el día fuera y vuelva a marcharme.

Y hoy, en que finalmente paso lo que queda del día con él, es cuando demuestra sus sentimientos (porque los gatos tienen sentimientos y necesidades afectivas que cubrir). Estoy frente al ordenador y, de cuando en cuando, viene con sus maullidos tiernos, posa una mano sobre mi pierna y con la otra reclama mi mano. Sí, sé que lo he dicho en otras ocasiones, pero es que lo repite día tras día, reclamando esas caricias de las que en los últimos tiempos anda tan huérfano. Lo acaricio, vuelvo a acariciarlo, se ensortija entre mis piernas con su rabo hacia el techo y lo repite de tiempo en tiempo montones de veces.

¡Ay, si las personas aprendiéramos de la sencilla forma de amar de los animales! Qué bien nos iría a todos...

Porque las relaciones humanas, afectivas, voluptuosas, tiernas, correctas; siempre tienen ese punto en el que uno ha de caminar de puntillas, como en equilibrio imposible entre el cielo y la tierra. Ya sé, ya sé, es lo políticamente correcto, aunque en muchas ocasiones a uno le dan ganas de mandar a más de uno y a más de una a hacer gárgaras. No es mi actual momento, pero los he pasado y supongo que muchos de vosotros también.

Con él no valen las posturas "correctas", con él sólo vale el afecto. Todo lo demás está interpretado, está valorado, está asumido. Él ama y lo demás es parafernalia, pero para él ésta no tiene cabida en su mundo. Lo digo porque nuestro humor, el de los humanos, no siempre está en la línea de la corrección y, en ocasiones, por un quítame allá esas pajas, se ha llevado un buen rapapolvos o un azote. Por cosas que, bien meditado no merecía. Para él eso no tiene importancia, lo único que cuenta es su amor e inmediatamente, como si no hubiera sucedido, ya está trepando a mis piernas para darme su calor y su ternura en ese ronroneo institivo que expresa su satisfacción por sentirse próximo, pegado a su amo.

No puedo explicarle que no soy su amo, que no poseo nada. Lo único que sé es que existe y llena montones de momentos de felicidad, de juegos y de ternura indescriptible. No puedo explicarle, porque no sé, que sólo quiero darle amor y ternura en la misma medida en que él me da a mí.

Te quiero Ruby, aunque nunca vengas a nado a mi goleta, aunque nunca pasees por la cubierta ni te encarames al velamen. Te quiero porque creces en mi corazón y mis sentidos cada día.

Que quede entre nosotros

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