jueves, 6 de enero de 2011

El amor de los documentos gráficos

No sé por qué, quizás influencias de los primeros días del año, he estado echando un vistazo esta tarde, a los millares de fotografías que tengo esparcidas por los directorios de mi ordenador.

Y viéndolas, deteniéndome en ellas, me he dado cuenta de que todas "tienen vida propia". Reflejan estados de ánimo. En ellas hay alegría, malhumor, épocas duras, gestos imposibles. En fin, un corolario de todo lo que somos y hemos sido, reflejado en instantáneas que perdurarán.


Viajes, personas que no querían salir en fotografías con gestos increíbles a base de disparar y disparar, gente que arrastraba una cadena de dolor ya sin remedio. Seres queridos que se fueron aunque siempre estarán en mi corazón y mi memoria. Entrañable recorrido por toda una vida, por un montón de vidas.


En cualquier caso, haber tomado tantas fotografías, de tanta gente, de tantos instantes, da más sentido aún a mi existencia. Es como si todo se ordenara cronológicamente. Personas, situaciones, romances... Y todo ahí, detenido y a la vez con vida propia.


Y cuando se ven, cuando se miran; todo se reproduce en una película que pasa rápido ante los ojos. Lugares, escenarios, paisajes exteriores o interiores. Dando vida a viajes, excursiones o momentos domésticos que no serían nada de no haber quedado plasmados.


Pero todos, incluso los más recientes, destilan amor. Porque siempre pongo amor en lo que hago y eso se nota, queda plasmado en las fotografías como si de la fecha, la apertura o la velocidad se tratara.


Sentado bajo la toldilla, sintiendo la brisa fresca del invierno en mi cara y cómo la quilla rompe las olas en la ligera navegación; he disfrutado unas hermosas horas en mi goleta. Y os quiero hacer partícipes aunque nunca lo sepáis.


Que quede entre nosotros

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