viernes, 17 de diciembre de 2010

La gatita de hoy

Como otros viernes (estos que se están convirtiendo en pura magia), mi hijo y yo hemos ido a Conxeta a disfrutar de su excelente paella.

Busqué al llegar, porque iba con una bolsita de pienso, a esa gatita entrañable y cariñosa que reflejé aquí la semana pasada. Creedme que la oía maullar pero no sé dónde estaba que no ha podido venir.

Durante la comida, el saludo entrañable con antiguos compañeros que también habían acudido allí para compartir con David, que ya no pertenece al equipo; que los salvajes que dirigen la cosa prescindieron de él. Pero ellos siguen ahí, haciendo piña y demostrando que van más allá de lo que entrañaba compartir la jornada; compartiendo mesa y mantel en el escaso tiempo que tienen para el almuerzo. Da gloria ver a los buenos amigos.

Al salir, ya con carne desmigajada, he tratado en vano de que viniera la gatita. En su lugar, haciendo que me derramara en lágrimas, ha acudido esta pobre criatura que os dejo. Ella se ha dado, no sin arduas dificultades porque hasta su boca colgaba por el lado, un buen festín. Pero no ha paliado mi tristeza, mi desesperación... Está enferma, un ojo casi ha desaparecido, sus fauces del mismo lado apenas se sostienen. Y pese a todo, se aproxima a mí y me maúlla con fuerza y con ternura... Posiblemente la próxima semana ya no esté y eso aumenta aún más mi dolor. ¡Pobre gatita!


Que quede entre nosotros

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