martes, 2 de noviembre de 2010

Reencuentro

Se ha producido y me siento feliz y completo. Mi hijo se conduce de otro modo, más responsable, más serio.

De cuando en cuando comemos juntos y me invita a ver sus progresos visitando la página del colegio. Lo hago. Me emociona. No parece que sea una cuestión de días porque ya lleva un mes y pico así. Deseo con toda mi alma que siga.

Entre otras cosas su primer 10 en una evaluación. Es pura magia. Es lo mejor que podía pasarle y gracias a los hados le está sucediendo.

Hablamos por teléfono, por MSN. Nos contamos nuestras cuitas y me siento feliz al tiempo que lo siento feliz.

El fin de semana próximo me voy a ver a mi hija. Es emocionante cómo lo tiene organizado todo; donde comer, tapear, ir... Estoy exultante. Por eso es que este próximo viernes no nos veremos él y yo, pero ya lo tenemos proyectado para el siguiente y me ilusiona.

Al fin las cosas se armonizan, se asientan; y todo viene de la mano de esta paz interior que siento y que no llega a estar completa por el recuerdo de mi comportamiento. ¡Qué no daría ahora porque todo estuviera en su sitio! Gozar del placer de sentir que lo hermoso que nos sucedió fuera lo único que se recordara y pudiéramos hablar con el corazón, con ese torrente de afectos que siempre sentimos. Sabiendo que cada cual está en un hemisferio diferente pero siendo conscientes a la vez de que "estamos", de que seguimos estando ahí para lo que se precise: una charla, una confidencia, una comida..., porque conozco pocas amistades de esa magnitud.

En fin, que "el hombre acabado" siempre está por terminarse, por completarse.

Pese a todo, tengo muchas razones, muchísimas razones para ser feliz. Y lo soy. Y siento que aún lo seré más, mucho más.

Que quede entre nosotros

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