lunes, 8 de noviembre de 2010

Fin de semana en La Villa

El primero desde aquél que compartimos. Aquél en que por vez primera nos alejábamos de lo cotidiano y nos fundíamos en otro paisaje, en otra geografía distinta de la cotidiana. Aquel magnífico viaje, aquellos paseos, aquella intimidad tan nuestra... Las mismas fechas. Y claro, te eché de menos.

Dejar transcurrir las horas con mi hija ha sido uno de los mejores ejercicios que he realizado en los últimos meses. Todo estaba organizado, no sé si como ha salido o como se ha ido improvisando; lo cierto es que ha sido magnífico y aún tengo en mi piel y en mi alma esas hermosas horas.

Compartir espacios, lugares, charlas, tiempo... Un lujo sin peaje, con gratitud y reconocimiento. Todo, absolutamente todo, impregnado de un aroma de sensibilidad y ternura que precisaba, que urgía.

Y el clima, esa gran incógnita en esta época del año, ha sido generoso con nosotros colmándonos de sol y excelentes temperaturas. ¿Puede pedirse algo más?

¡Ah, y mis camisas! ¡Qué bonitas! Estoy deseando estrenarlas aunque claro, para ello antes deberé hacer un esfuerzo que en estos instantes concedo exclusivamente a estos menesteres y a ociar (verbo que tanto me gusta). Y el descubrimiento de las 3 preguntas de Bucay, que comencé a leer en el trayecto de vuelta.


En fin, un comienzo de noviembre realmente memorable, dulce, tierno, intimista aunque aún falte ese condimento que no sé si llegará algún día.


Mientras tanto, ya sabéis...


Que quede entre nosotros




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