Ayer, amiga mía, querida mía, cuando te vi por azar cuando recogía a mi hijo para ir al dentista; te vi marchita.
Durante todo el verano interrumpimos nuestros almuerzos, aquellos en que te veía resurgir. Apenas unos leves mensajes hablándome de que tu estado no era muy bueno pero que, con ese coraje que te caracteriza, ibas a luchar y seguir adelante.
Ayer tus ojos vivos e inteligentes, se mecían en un mar de amarillentas aguas, como tu piel... Y sentí una punzada en mis entrañas que nunca sabrás. Porque ya lo sé, te vas, desgraciada e irremediablemente. Esa puta enfermedad, lacra de nuestra era, te lleva cuando apenas has comenzado a vivir. Y lo sabes. Y quieres hacer cuentas y tratar de sacar fuerzas para organizar al máximo la vida de tu hija (¡doce años!).
Y no sé siquiera lo que digo ni cómo lo digo, porque las lágrimas no me han abandonado desde ayer. Y saltan a mis ojos como torrentes.
Lo que sí sé es que vivirás tantos años como yo viva porque siempre estarás en mi recuerdo. Estarán tus cosas, tu voz, tu sonrisa... Tu inteligente humor, tu nobleza...
Es terrible ver que alguien a quien quieres se está muriendo, porque es terrible la muerte anunciada. Pero mucho más terrible debe estar siendo para ti, que sientes en tus entrañas que todo se debilita, que todo se transforma en algo que no era...
Julia, mi querida Julia. En la próxima ocasión que nos viéramos iba a llevarte la canción de John que lleva tu nombre, para cantarla juntos, y siento que ya no podrá ser.
Siempre que la escuche tú estarás en ella.
Te quiero, amiga mía.
Que quede entre nosotros
Durante todo el verano interrumpimos nuestros almuerzos, aquellos en que te veía resurgir. Apenas unos leves mensajes hablándome de que tu estado no era muy bueno pero que, con ese coraje que te caracteriza, ibas a luchar y seguir adelante.
Ayer tus ojos vivos e inteligentes, se mecían en un mar de amarillentas aguas, como tu piel... Y sentí una punzada en mis entrañas que nunca sabrás. Porque ya lo sé, te vas, desgraciada e irremediablemente. Esa puta enfermedad, lacra de nuestra era, te lleva cuando apenas has comenzado a vivir. Y lo sabes. Y quieres hacer cuentas y tratar de sacar fuerzas para organizar al máximo la vida de tu hija (¡doce años!).
Y no sé siquiera lo que digo ni cómo lo digo, porque las lágrimas no me han abandonado desde ayer. Y saltan a mis ojos como torrentes.
Lo que sí sé es que vivirás tantos años como yo viva porque siempre estarás en mi recuerdo. Estarán tus cosas, tu voz, tu sonrisa... Tu inteligente humor, tu nobleza...
Es terrible ver que alguien a quien quieres se está muriendo, porque es terrible la muerte anunciada. Pero mucho más terrible debe estar siendo para ti, que sientes en tus entrañas que todo se debilita, que todo se transforma en algo que no era...
Julia, mi querida Julia. En la próxima ocasión que nos viéramos iba a llevarte la canción de John que lleva tu nombre, para cantarla juntos, y siento que ya no podrá ser.
Siempre que la escuche tú estarás en ella.
Te quiero, amiga mía.
Que quede entre nosotros