El cirujano me ha dejado verlo todo. Bueno, todo menos lo del brazo izquierdo, porque para eso habría tenido que ser contorsionista de cuello y de ahí, precisamente, ando como un poquitín patoso. Es impresionante ver cómo cortan tu carne sin sentir nada, cómo se introducen las pinzas para abrir más la precisa incisión y sentir que es tu organismo y sigues sin sentir nada. Ver cómo aprietan para sacar esa maldita bola que no es tal sino un paquete irregular compuesto de nódulos.
¿La pierna? Ahí ha sido mejor, porque era cortar el trozo de piel que tenía el tumor.
¿Y los puntos? Admiro a la gente que sabe hacer bien su trabajo, con precisión, con maestría. ¡Qué costuras, Dios! Como para lucirlas.
O sea, que he disfrutado más que un chiquillo con una Play Station de última generación.
Todo a analizar, claro. Pero no voy a pensar ahora cual va a ser el resultado porque no lo sabré hasta el día en que vaya a quitarme los puntos, a mediados de marzo.
Gracias Abir y Nekane por vuestras muestras de cariño. Igual ahora cojo carrerilla y, con la excusa de estar "convaleciente", escribo más aún.
Que quede entre nosotros