martes, 16 de enero de 2007

Unchained Melody

Sí, esa es la canción que deseo que me acompañe en mis últimos momentos en este tránsito. Que aún quedan lejos, lejísimos...

La estoy escuchando, siempre mi favorita, siempre recordándome miles de momentos románticos, plenos de sentimientos, de ternura, de pasión... Ellos The Righteous Brothers. Aunque tengo más de treinta o cuarenta versiones, ésa es la que deseo para el fin, instantes antes de que se corran esas cortinas que ocultarán el féretro, mi féretro.

No es ser macabro. Es un deseo. Quiero que ellos me acompañen con esos versos que hablan de ríos solitarios que corren hacia el mar, hacia sus brazos abiertos... Que recuerden que siempre que amé, allí estaban R.B. acariciándome con sus notas. Llegué a amar tanto esa canción, que casi logré imitarlos a la perfección.

Desde la primera vez que la escuché por un grupo que se llamaba Mil-lers (imitaban a la perfección a The Righteous. Lo supe cuando los escuché a ellos), en las verbenas veraniegas de la piscina de mi tierra natal. Era sonar las primeras notas y sentir el cuerpo que estaba pegado a mí, de un modo tan especial que percibía respiración, latido, sudoración... Tremendo lo que me ha sucedido toda la vida con esa canción. Y debía ser recíproco...

Y es que la música siempre ha sido una fiel compañera, hasta el punto de subirme a estados que quizás ni siquiera me correspondieran. Toda la música que me gusta, me hace estremecer, como en estos instantes ese Forever Young de dos de mis ídolos Dylan y Springsteen (¿los imagináis juntos?).

Sí, porque en la música sí que siento auténtica admiración y devoción por intérpretes y compositores. Leo y puede que lo que lea me guste o no. Veo y puede que lo que vea me guste más o menos... Pero la música ¡oh, Dios, la música!, es algo sublime, porque eleva, porque hace que uno se traslade a otros lugares, a otros momentos... Y siempre que descubría algo hermoso, realmente hermoso, sentía la necesidad de compartirlo, de "regalar" esa audición a la persona que estuviera a mi lado, gozándola con ella.

Nunca me ha pasado con nada más. Por eso quiero que acompañe mis últimos tres minutos y pico. Y en ella estarán encerradas todas las canciones que amo, todos los intérpretes que amo, toda la música que amo...

Que quede entre nosotros

5 comentarios:

. dijo...

¿Macabro por qué?

A mí me parece hermoso ¿o yo también soy macabra?

La música, es casi mi alimento diario; Oxigeno, agua, algo de “papeo” y ¡música!
Casi a todas horas…

La estoy escuchando ahora mismo, y ¡claro que la conocía! pero ni idea ni de quién eran los intérpretes y quizá hasta compositores… esa es buena…

¡Qué quieres que te diga!
Que para muchas cosas yo haría una regresión al pasado… ¡Un hombre que sepa bailar, mecer, volar, que apriete…!

¡Abrase una academia que se le iba a llenar de mozas…!
¿Me hará descuento en la matricula?

Un beso…

¿Bailamos? (¿O las damas tienen que esperar a qué las saquen?)
Vamos que son otros tiempos, Mephistofeles

Abir dijo...

Conozco la canción, ahora mismo suena en mi cabeza, aunque no sé si es concretamente la versión que tu comentas.
Es muy bonita.
No lo encuentro macabro, en absoluto. Házselo saber a tus descendientes, ellos serán quien se encargarán de cumplir tus deseos.
Mi padre más de una vez me ha dicho cosas de ese tipo y si le sobrevivo pienso hacer lo que él desea.

Abir dijo...

¿Cómo estas?
Me tienes preocupada...
Si puedo hacer algo por ayudarte, ya sabes dónde estoy.

Anónimo dijo...

Te entiendo y comparto tu misma visión al respecto.
A mí tampoco me parece nada macabro, todo lo contrario. Yo escribí un día que la que quería yo era "Eternity", y te aseguro que no tuve dudas al respecto y no me sentí macabra, sino sosegada.
¿Qué sería de nosotros sin esas notas? Considero la música necesaria y todo un placer saber fundirse en ella.

Yo me dejo llevar...


Siempre aquí, disfrutando y bailando de tu música.

. dijo...

Ay Abir... ¡Cuántas veces anduve como tú, pensando donde estaría este hombre, si le sucedería algo, si estaría bien!
Pero ya me acostumbre a sus ausencias, a sus viajes en solitario, a sus anclajes en parajes donde ni tan siquiera el satélite nos lo localiza...
¡Hombre de mar...!
Y mujeres que esperan en el Puerto su regreso...