viernes, 20 de octubre de 2006

Pan y aceite...

...Y remiendos en los pantalones. Y honradez. Y sabañones en las manos y las orejas. Y respeto por los mayores. Y mayor era todo aquel que aun sin tener edad de trabajar, trabajaba.
En ese clima transcurría mi vida de niño. Una vida que no sabía siquiera si era buena o mala, que no entrañaba preguntas ni recelos. Todo estaba como asumido. Había dos sociedades: los ricos y nosotros, los pobres. Así debía ser.
Jugábamos con arandelas de metal, con chapas de botella, con canicas de barro (de cristal y, de acero un lujazo), palabra-monta-y-calla, tirachinas, pedreas... Nos cambiábamos cromos, emblemas... Éramos policías y ladrones, cristianos y sarracenos, indios y vaqueros...
Montones de arena eran montañas inexpugnables, refugios donde desbrozar sueños y gritos, y risas y lágrimas... Cañas de escoba, varillas de paraguas (arcos y flechas). Tablas talladas con rudimentos artesanos (pistolas y rifles)...
Tapias de casas derruídas, casas de peones camineros donde igual buscábamos lagartijas que meábamos compitiendo en el alcance.
Era levantarse y ver normal lavarse en una palangana con agua que en la cocina económica había calentado la madre.
Patios de vecinos, íntimos, acogedores... Lugares de tertulia alrededor de cenas improvisadas de la nada... Unos tomates, sardinas saladas, algún huevo cocido. Y retretes comunes.
Días de enciclopedia y biblioteca, porque allí no hacía frío y se navegaba a través de páginas insignes por un mundo que no se sabía si existía...
No había más calefacción que la que esa misma madre improvisaba liando unas planchas de hierro en trapos para meterlas en la cama... ¡Dios, qué gustito!
Y un día y otro... Y hermosas primaveras. Y tórridos veranos... Y otoños que anunciaban el frío invierno. Y los abrigos no, hasta el día de Los Santos. Todo juegos, todo alegría... Y la merienda: una orilla de pan, la miga arrancada, aceite en su interior y algo de azúcar, o sal, según gustos... Y la miga de regreso a su lugar.
Todo lo dejé atrás luchando, creciendo, bebiéndome la vida a grandes sorbos, partiéndome el alma por ser más... Más humano, más culto, más honrado, más noble. Y lo llevé siempre conmigo. Nunca me fui de aquellos instantes, nunca.
Y hoy, lejos de todo aquello, frente a una máquina que ni el gran Julio habría imaginado, me siento orgullosamente feliz de recordarlo.
Que quede entre nosotros

11 comentarios:

José Aguilar dijo...

Y yo, querido hermano, me siento feliz de leerlo, de recordarlo contigo, de que tengas la nobleza de espíritu para hacerlo y la exquisita sensibilidad para contarlo y escribirlo de un modo tan demoledoramente hermoso.

Por cosas como ésta, te quiero siempre.

. dijo...

"Partiendote el alma..."
Fíjate que a mi, por edad, no me corresponde quizá entenderte tanto, pero lo hago.
Recuerdo a mi madre mandarme con un recipiente alto de aluminio con tapadera y asa a buscar leche. Llamaba a la puerta y me abría una señora bajita, con pinta de ser muy “aldeana”. Cruzábamos su cocina y por ella entrábamos en otra estancia, quizá el establo, allí estaba ella, gorda, negra, dejándose hacer…
Yo esperaba a que acabasen y con la rica leche espumosa, coloreada y llenita de olor y más tarde sabor, regresaba a casa.
Nunca probé la abundante nata que aquella y otras vacas nos regalaban. Nunca probé (por que los niños somos así…) la hogaza de pan, con nata y azúcar, hoy otro gallo me cantaría.
Jugué a las tabas, jugué a las canicas, hice casetas con los maderos que utilizaban en las obras. Levantábamos nuestros fortines hasta que llegaba el capataz, el encargado, o simplemente un trabajador y nos reñía por que podía pasarnos algo y además le revolvíamos el acopio de material… hasta que eso sucedía, construíamos y levantábamos incluso de dos plantas y dentro nos comíamos las moras…¡mira que me decía mi madre que la mancha no salía…!
Yo acudía a la campa, me crié en un pueblo, que no era más que un pueblo.
Me asustaban las serpientes, una vez vi una y eche a correr pensando que me perseguía, que me alcanzaría, que me mordería…hasta que abandone el verde de la hierba verde del norte, no mire hacia atrás.
Gracias por regresarme, querido Mephistofeles, gracias.

Anónimo dijo...

Preciosa historia, hermosos recuerdos.
Por desgracia la ciudad a los niños nos limita las libertades, nos limita los juegos.
La niña que fuí, corría por mundos inexplorados, saltaba y jugaba con duendes, con hadas, con animales que hablaban. La niña que fuí vivía en los libros y se contaba ella misma cuentos para dormir. La niña que fuí vive en la mujer que soy y sé que tengo deudas pendientes con ella, porque hice que madurara precozmente, porque tuve que ignorarla para seguir adelante, para abandonar la timidez, para no sentirme incomprensible, incomprendida.
Difícil de explicar, yo todavía me lo estoy explicando a mí misma.
Nunca deberíamos olvidarnos de seguir jugando, nunca deberíamos olvidarnos de ser niños.
Un gran beso para tí y gracias por estar ahí.

Xuan dijo...

A veces somos como el Dios Jano, con una cara mirando hacia atrás y la otra mirando hacia delante.

Saludos desde la Fortaleza

Mephistófeles dijo...

Dais tanto calor, fuerza y colorido a algunas cosas que escribo, que releyéndolas han cobrado una nueva identidad, nuevos bríos... Sois vosotros y no yo quienes alumbáis estas lágrimas.
Gracias...

A José Aguilar, porque es mi hermano y lo quiero, siempre.

A Veletita, por su calidez.

A Nekane, porque sin parecernos, no podíamos ser más iguales. Más por haber incluido lo de ir a por leche, con la misma fuerza con que lo siento a través de tus palabras.

A Marguerite: Por continuar siendo esa niña sorprendida que sabe transmitir esa misma sensación a quienes nos asomamos a la vida que nos muestra.

A Oren: Por dar su visión mitológica.

Que quede entre nosotros.

Anónimo dijo...

Querido Meph,
todavía tengo la sonrisa en la cara después de la carcajada que he soltado leyendo tu post a mi comment de "follar versus hacer el amor" ;)
Ea , ya tenéis tu y tu querido hermano tarea para debatir mañana en la comida.
Te debo una sonrisa.
Besos

Anónimo dijo...

q bonito es recordar los buenos tiempos, los sabores, los aromas.. me has teletrasnportado otra vez, probablemente a un tiempo en el q todo era mucho más sencillo. Gracias por tus palabras. Un beso.

Anónimo dijo...

Y yo me siento orgullosamente feliz leyéndolo.
De verdad que me encanta colarme en tus recuerdos, vivir los tuyos, hacerme vivir los míos...
Es un lujo perderme entre tus palabras impregnadas con el olor de la experiencia vivida.

Me encanta que tengas 4, 7, 12, 3, 21, 25 años siempre.

Un beso muy fuerte.

Anónimo dijo...

Precioso post, me ha encantado.

. dijo...

Hecho.

Igrein dijo...

Que bonito!!! Cuantos recuerdos!!!
Yo tambien he sido niña de pueblo, también he jugado a alguno de "tus" juegos, tambien tengo recuerdos bonitos de aquellos tiempos (y malos).
La vida para mi no era un camino de rosas, pero leyéndote he recordado muchas cosas que había olvidado y me han hecho sonreir.
Gracias.
Un beso!