jueves, 24 de agosto de 2006

Tengo, tengo, tengo...

Como en el viejo cuento...

Quisiera que la vida fuera diferente, que hubiera motivos para que nos amáramos de verdad todos los habitantes de este planeta, que la vida no quedara circunscrita a lo cotidiano y a altas dosis de frustración, de tristeza y de desesperanza.

Quisiera que la gente se preocupara ella misma, sin más ayuda que su propio interior, a crecer en lo bueno, a ocupar cada día más rincones de su alma con lo bello, con lo edificante.

Quisiera que la gente se sentara a reflexionar sobre su vida, sobre qué está haciendo con ella. Que no se dejara influir por el constante y manipulador mensaje del consumismo.

¿Qué está pasando con esta vida, con la que tenemos? Cada día queremos tener más, poseer más, ser más poderosos en nuestro entorno. Y el efecto es el contrario, cada vez somos más prisioneros de los realmente poderosos: El Capital y el Estado.

Parece que lo importante no fuera disfrutar de lo que tenemos, sino ansiar lo que no poseemos y luchar encarnizadamente para conseguirlo.

Veo en televisión cómo crecen por doquier los anuncios de las financieras... Que si tres mil, que si seis mil, que si diez mil... Y la gente no se da cuenta de que se empobrece hasta límites insospechados, de que hipoteca la alegría de la juventud para toda su vida. Sube el carburante, los precios, las hipotecas... Y el Estado se enriquece con despotismo porque hinca sus voraces fauces en todo. ¿Para qué reducir la presión fiscal en los combustibles si gracias a sus continuas subidas, puede ganar más? Y cuando se actúa así ¿cómo puede practicarse una política de precios honrada, un control honesto de ese disparate que es el precio de las cosas cotidianas?

Y queriendo tener más, no nos damos cuenta de que cada día somos más pobres, tenemos más deudas, estamos más inmersos en esa espiral en la que desean tenernos para que el peso de nuestras cadenas nos inmovilice.

Nuestro apetito sin límites por tener, nos conduce a lo más oscuro que podríamos imaginar.

¿Qué sucedería si perdiéramos de repente el salario? ¿Qué pasaría con nuestro adosado, con nuestro coche o nuestros coches, con nuestras vacaciones en la conchinchina?

Pero no, la reflexión parece quedar reducida a un pequeño grupo que nunca está conforme con nada. Que disfruta con las pequeñas cosas de la vida y sufre con el deterioro y la confusión que pretenden crear a nuestro alrededor.

No se fomenta la lectura, ni la cultura, ni el conocimiento... Es peligroso.

Lo importante, lo realmente importante es saber que tengo, tengo, tengo... Y tú, no tienes nada.

Que quede entre nosotros

1 comentario:

. dijo...

Hermano abducido…, porque lo somos. Pertenecemos a otro mundo, ideal soñado, ¿Factible?, creo que no.
Nos alimenta, irremediablemente la desesperanza, somos unos apatrias, unos insociales, unos insatisfechos y nosotros mismos nos hemos hechos una lobotomía, porque así lo hemos querido.
No nos identificamos con ningun rol social, supimos que ningún tiempo pasado fue mejor, pero también sabemos igualmente que ningún tiempo futuro lo mejorara.
Todo es rápido, raudo, presto, ¡ya! Todo es insípido, insensible, cómico y dramático a la vez, solo tienes que ver los programas de mayor audiencia, no sabes si echarte a llorar, o reírte hasta la extenuación.
Abusamos del poder que nos han hecho creer que poseemos. Somos autenticas marionetas, sin voluntad, huecas… ellos mueven los hilos y todos nos dejamos hacer.
Algunos no llevamos crestas como los viejos punkies, para reivindicar nuestra insatisfacción con el estado, con la sociedad tediosa, vulgar, ¡mansa!, tampoco nos hacemos tatuajes o piercings porque nos parece que lo que hace la masa, es seguir a la masa, somos algo más discretos y quizá hasta por ellos seamos más vistosos…
Algunos, quedísimo Mephistofeles nos encerramos en nosotros mismos, buscamos en los libros, en los “sabios” ¿Dónde están hoy día los sabios?, y rumiamos, regurgitamos, a veces hasta vomitamos hieles con regustos amargos, acideces que nos queman el esófago, el estomago de tantas veces recorrido, y tenemos que cuidarnos, porque nadie lo va a hacer por nosotros.
Me gusto conocerte, saber de ti, de tu fuerza, tu lucha, de tu entrega, tu cometido.
Nos hemos quedado pocos “sensatos” en este planeta, creo que no tiene solución, salvación ni oportunidad alguna. Pero irremisiblemente es lo único que tenemos.
Buscaremos vahos de ilusión en otros, vahos de libertad en otros, vahos de sabiduría en pocos, vahos de alientos cansinos…
Cuan feliz me ha hecho conocerte…