jueves, 1 de diciembre de 2005

Ausente y con miedo

He estado ausente y asustado... Una noche, no voy ahora a adentrarme en la fatalidad, sentí un fuerte dolor en el costado. Quizás el recuerdo de mi madre y mi hermana muertas por ese animal salvaje y despiadado llamado cáncer, me hizo sentir un frío desproporcionado. Mi mente se alejó del dolor permaneciendo en él, para repasar las cosas sin hacer... ¡Cuántas, Dios! Y el caso es que quedarán siempre así. No voy a hacer nada por corregir cómo están las cosas. Quizás no están como me gustan, pero tampoco me impulsa nada a cambiarlas. Sé que hay miles de fotografías por colocar. Que eso, el día que finalmente mi barco encalle y se hunda llevándome con él, ocasionará algún que otro problema logístico a quienes me sucedan. ¡Qué le vamos a hacer! Así, quizás sin quererlo, a través de ese recorrido que tal vez realicen, aunque sea con la brevedad que imponen las urgencias, me conozcan un poco más.
Quedarán mis poesías manuscritas, en papeles amarillentos por el paso del tiempo, en servilletas de bares; escritas en los lugares más insólitos. Quedarán. Hubo un tiempo en que decidí que iba a ponerlas en limpio, que iba a pasarlas al ordenador. Y empecé, pero también me cansé enseguida. Siempre me ha sucedido igual: una cosa ha venido a rescatarme de otra, dejando siempre temas a medias.
Por eso, cuando sentía ese agudo dolor en el costado. Cuando pensaba en mi madre y mi hermana muertas, no sentía ninguna urgencia por poner en orden nada, por colocar, por romper, por distribuir... Sólo sentía un miedo agudo al dolor y deseaba que si era el momento, viniera sin dolor y sin avisar.
Ya todo pasó. Claro, hasta la próxima.
Que quede entre nosotros

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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