miércoles, 9 de noviembre de 2005

¿Cómo se lo explico a mi hijo?

Vivimos en el campo ¿campo? Cuando salgo a pasear a mis perros, veo hasta dónde puede llegar la miseria de los seres humanos. Los márgenes de las carreteras están plenos de latas, botes, botellas, pañuelos, cajetillas de tabaco... En fin, que es un paseo por un auténtico vertedero. Miro hacia la montaña, ésa que hace unos años existía y nos contemplaba impertérrita y ahora es una víctima más de la avaricia desmedida de los dirigentes. ¿Quién si no, da las licencias para que las terribles máquinas se "coman" literalmente la montaña? Todo para hacer colmenas colgadas sobre un barranco que un día llegará, sufrirá un tremendo accidente por lluvias y todo se desplomará. Nunca saldría de una ciudad o un pueblo para vivir en un sitio así.
No existe intimidad porque, al menos en un piso, uno pasa desapercibido si no quiere hacerse notar. Pero aquí, en esas colmenas donde cuando asomes el pescuezo vas a darte de bruces con tus vecinos de izquierda y derecha, donde cada palabra que digas tendrás que medirla en decibelios porque allí sí te conocen en cuanto pongas un pie en la calle; aquí no hay intimidad.
Los seres humanos somos estúpidos o simplemente nos dejamos influir por los políticos.
Hay notables carteles de reducción de velocidad en ésta y otras muchas urbanizaciones, pero ¿de qué modo presumirían esos nuevos "ricos" de sus potentes máquinas si en las carreteras la policía acecha para nutrir las arcas del Estado? Y uno tiene que andar explicándole a su hijo que aunque vea todo aquello: la suciedad amontonada, el ruido, los excesos de velocidad, los nidos de viviendas, la montaña que ya no verán sus hijos; nada de eso debe importarle, él debe seguir un camino diferente, contra corriente, casi aislándose... ¡Y es tan difícil!
Que quede entre nosotros

1 comentario:

Anónimo dijo...

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