domingo, 1 de abril de 2012

Mentiras cómplices

Estamos comenzando una primavera, que ya dista de aquellos días en que me enrolé en esta aventura. Y leyendo algunas de mis páginas, siento que las cosas han cambiado poco, aunque sus efectos nos están llevando a la más pura miseria.

Son mentiras cómplices. Nos mienten con descaro nuestros gobernantes, y de verdad que no importa el signo. Si quieren que nos "traguemos" esto o aquello, echan mano a las referencias, a los índices de ése o aquel país, y nos mienten sesgando la información. Allí el tabaco es más caro -sinvergüenzas que omiten decir qué nivel de vida tienen allí donde el tabaco es más caro-; en aquel otro sitio la gasolina es muchísimo más cara, y vuelven a omitir otros datos de bienestar de ese país que nosotros nunca lograremos.

Es España, esta vergüenza que se perpetúa. Cada día menos cultura -nunca he dicho que todo el mundo sea inculto-, cada día menos inquietudes, cada día menos solidaridad. Nos enfrentan con sus posturas y perpetúan una discusión y un enfrentamiento entre ciudadanos, que les beneficia, que siempre les beneficia.

Esas mentiras cómplices con el poder oculto, con el dinero que desea que seamos un país de esclavos, acaba creyéndolas casi todo el mundo.

Ajustes, dicen, necesarios para nuestro crecimiento. Ajustes, digo, que pueden sostener aquellos países que se han ido preparando durante toda su historia, consolidando su economía, sus recursos, su crecimiento. Aquí hemos ido a remolque de un tejido empresarial que ya he criticado no sé cuantas mil veces. La cultura del pelotazo ha sido siempre permitida por el gobierno de turno. ¿Cómo imputar a nadie esas maniobras si uno mismo las está practicando con su complicidad?

Tenemos ciudades que se caen a trozos en unas áreas y resplandecen en otras. El dinero que no existía se ha canalizado hacia aquellos proyectos en que más se podía "mojar", pero además tendría una relevancia más internacional. Todo ello sin ocuparnos de planes estables de educación, sanidad, sostenibilidad. Con unos servicios a disposición del ciudadano que hacen que las poblaciones próximas a las grandes urbes, obliguen a sus habitantes a utilizar el vehículo propio porque no existe una red de transporte público que una cualquier sitio con otro cualquiera. ¿Se puede llamar transporte público a un autobús que realiza dos servicios por la mañana y dos por la tarde, y que sólo une esa población con la capital?

El endeudamiento de las administraciones se ha permitido año tras año sin que nadie pusiera freno.

Ahora debemos pagar. Para pagar no existen recursos. Los recursos generados con esa deuda son volátiles. ¿De dónde recortar? Y aquellos que miraban para otro lado cuando se cometían desmanes sin fin, ahora exigen que se cumplan plazos, que el nivel de endeudamiento ha de bajar, como sea, al precio que sea. Y el precio somos nosotros, nuestra salud, nuestro "estado del bienestar", nuestra educación; en suma, nuestros servicios, los servicios al ciudadano.

Porque ellos, los amos del mundo, y sus perros, los políticos, bastante tienen con esa desagradable tarea que deben acometer para los demás. Como si nosotros y sólo nosotros fuéramos los culpables de su negligencia, de su estupidez, de su ineficacia.

Dije hace años que nos querían de rodillas. Y en ello andan.

Sube todo aquello que precisamos: agua, luz, alimentos, combustibles... Y congelan o bajan los salarios. Cada día se llega menos al día siguiente ¡qué tiempos aquellos en que se hacían malabares para llegar a fin de mes!

Uno observa el panorama y se aferra a la idea de ser feliz, pese a todo, pese a todos. Aunque también sea consciente de que, a este paso, un día no podrá hacer frente a sus pagos y le quitarán todo cuanto posee. Porque es uno quien tiene la culpa de que los sinvergüenzas de sus gobernantes, hayan dilapidado los dineros públicos.

He trabajado durante toda mi vida para darme cuenta de que moriré más pobre, más triste y más deshonrado de lo que nunca podría haberme imaginado. Todo se lo debo a ellos, a los divertidos políticos que olvidaron sus responsabilidades para tomar los dineros públicos y gastarlos en fastos y obras faraónicas, y como no alcanzaba, nos endeudaron. Así toma más vigor aquel dicho de "juntémonos y vayáis". A ellos no les faltará nada nunca.

Si uno deja de pagar la hipoteca de su vivienda, le embargan el piso y sigue debiendo. ¿Qué les pueden embargar a quienes en nuestro nombre se han endeudado hasta límites insospechados? Está claro: Nuestra vida y la de nuestros hijos, y la de nuestros nietos. Seremos sus esclavos, al menos hasta la muerte. Menos mal que no creo en el más allá, porque a buen seguro me aterrorizaría el pensamiento de seguir debiendo allí.

No ando muy optimista, seguramente contagiado por el panorama que vislumbro. Y es que soy débil y en cuanto me castigan los flancos, me noto blando. No sirvo para ser esclavo.

Que quede entre nosotros 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tus palabras están cargadas de razón, sin embargo no podemos dejarnos llevar por el pesimismo, aunque estemos hablando de una realidad. Sigo tu blog, y eres una persona positiva, y luchadora. Tal vez sean palos dados al viento, pero siempre se puede luchar. Nuestra principal arma es nuestra felicidad, nuestra sonrisa,
aunque nada presagie buenos tiempos. Te ruego que no dejes que nada cambie eso.
A.M.C.

Mephistófeles dijo...

Gracias, A.M.C., por leerme, por tus deseos de que no pierda una sonrisa que en ocasiones me parece ajena.
Si hubiera dejado de luchar, las palabras que originan tu comentario, no habrían nacido. Y sin embargo aún están.
Uno mira el campo de batalla, ve sus fuerzas y ve las fuerzas adversarias. Piensa que es un suicidio lanzarse a la batalla, pero enarbola la bandera de la libertad y lo hace...
Gracias.