Así estuve a tu lado en el último viaje, amigo, como el amigo que he sido y seré siempre.
No había remedio y lo sabes. Era sufrir un día sí y el otro también. Algo que habría enturbiado la maravillosa relación que mantuvimos durante tres imborrables años.
Te pinchó el veterinario y nos dejó solos. Cogí tu mano con una mía y en la otra descansé tu cabecita. Me aproximé a tus oídos y te dije cómo te quiero. Una y mil veces, hasta que expiraste.
Las lágrimas me ahogan todavía, pero salpicadas con tus mil diabluras y tu nobleza singular. Mañana no habrá lágrimas y sólo quedará la alegría del tiempo vivido.
Fuiste, eres y seguirás siendo, ejemplar. Noble, dulce, bueno... Jamás una amenaza, siempre amor.
Recuerdo tus juegos (la gente se asombraba de tus hazañas con tu pelota). Con la picaresca que ibas a ocultarte al despacho, esperando que te la lanzara.
Ahora no sé cómo llenaré esos espacios. O sí, con el recuerdo de todo lo hermoso que me has dado. Con el de todo lo bello que me has dejado vivir a tu lado.
Has partido con la promesa de esperarme. Porque allá donde estés, iré a buscarte.
Te quiero y te querré toda mi vida.
Que quede entre nosotros
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