miércoles, 2 de febrero de 2011

La tapa del inodoro

Se me da una higa (como decía Don Miguel), lo que puedan opinar o comentar las féminas; porque lo que digo hoy es la pura realidad. Y es que tanta búsqueda de igualdad ha derrotado (en términos marítimos), hacia lo peor de lo que se nos acusara siempre.

Frecuentemente visitan mi casa féminas. Una película, una Jam Session doméstica a base de títulos que me van asaltando la memoria, unas viandas a contrapelo; y siempre una maratón de sexo.

Eso hasta ahí bien, de puturrú.

He recibido en más de una ocasión esos panfletos graciosos hasta perder la respiración con la risa, alegóricos a los cursos o másteres que estaban a disposición de los hombres, y entre cuyos aprendizajes se encontraban bajar la tapa del inodoro después de usarlo... ¿A que es para partirse el culo a reír?

Me sigo tronchando de la risa.

Nada más llegar pretenden lavarse las manos en la pila de la cocina ¿y para qué coño se molestan los constructores poniendo lavabos en los cuartos de baño?

Ahora, cada vez que una de estas féminas viene a mi casa, tengo que ir detrás de ellas para bajar la tapa que indefectiblemente queda levantada (menos mal que tienen a bien tirar del botón de la cisterna).

Tenerlas alrededor en la cocina con la pretensión de "ayudar" (cosa que de modo natural hacían antes los hombres), es tremendo. Si algo de lo poco que hacen las obliga a enjuagarse las manos, éstas salen de las pilas chorreando para poner el suelo como el lateral de una piscina plagada de niños en pleno agosto.

Cuando salen del baño es mejor mirar hacia otro lado. Les da igual si gotean, chorrean o encharcan. Simplemente lo hacen. Igual, me digo, es por joder; porque como las han martirizado siempre, ellas hacen causa común con quienes no conocieron siquiera y se vengan. Tendría lógica.

Pero cuando se trata de joderme a mí, que en toda mi existencia he sido en cuestiones de hogar más nena que nene, me rebelo.

No vamos a entrar en menudencias. No tienen ni puta idea de cocinar, de limpiar ni de ordenar... Ya sé qué me digo porque también voy a sus casas. Pero, joder, el respeto... Aquello que me decía mi santa madre: Allá donde fueres haz lo que vieres.

Si ves que el anfitrión pone cuidado en no poner la casa hecha un santo cristo. Si ves que la tapa del inodoro está bajada. Si observas que los grifos están impolutos y los espejos más de lo mismo... Pues deja las cosas como las hallaste. Aunque llego a la conclusión de que eso es mucho pedir.

Aunque es que debe estar absolutamente opuesto a la modernidad, a la feminidad y al progreso más anhelado por las nuevas cohortes de mujerzotas; bravas ellas, machotas ellas, zánganas ellas... Menos mal que de lo otro..., tampoco saben. Lo justito para un aprobado rasposo.

¡Jesús! ¿Y pretenden dar lecciones? ¿De qué?

Por eso, en cuanto salen por la puerta me entra un descanso fastuoso, indescriptible... Hasta la próxima ocasión y la próxima chica. Lo que pasa es que el asunto de la jodienda no tiene enmienda, ni para unos ni para otras.

Que quede entre nosotros

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