lunes, 6 de diciembre de 2010

Tardes otoñales

Hoy sólo me apetece navegar entre recuerdos. Y me descubro con su cabeza apoyada en mis piernas mientras la tarde transcurre viendo una película, una serie, cualquier programa... Porque en esencia, esas eran sólo las excusas; el deseo era la proximidad, el sentirnos cerca. No importaba nada si el colofón lo ponía o no el contacto sexual. Lo importante era sentir esa proximidad, acariciar sus cabellos que se derramaban como cascadas sobre mis piernas; observar de cuando en cuando que sus ojos permanecían abiertos. No tanto por lo que veían como por saber si era consciente de mis caricias, de mi cariño.

Eran tardes como ésta, en que la espuma del mar salpica el puente y me sacude la cara como un torrente de ausencias.

Pero ya sé que ésta y no otra es mi vida. En la paz de mi corazón, donde se acunan entre pelusas de tristeza y alegría los momentos vividos, acojo cada uno de ellos con ternura y una sonrisa se dibuja en mis labios y en mi corazón.

Quizás el viento de popa que hace que las horas naveguen rápidas, también lleve estos entrañables instantes a su corazón y su memoria.

Es algo que no sabré pero me mantiene vivo y esperanzado. Y siento que mi vida de nuevo tiene sentido.

Que quede entre nosotros

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