sábado, 11 de diciembre de 2010

La gatita de la calle Conxeta

Confieso que es la mejor época, sin restar importancia a ninguna anterior, que me ha tocado vivir con mi hijo.

Estos viernes en Ca Conxeta son mágicos (ese término que tanto nos gustaba ¿verdad?). Están impregnados de nosotros, como si tuviéramos una urgencia plácida de reconocernos. Oigo cosas que no me gustan demasiado pero ni siquiera hago muecas; es su vida. Y no reacciono como otras veces porque somos más confidentes que nunca antes y no voy a estropearlo.

Desde hace varios viernes me traigo un flirteo especial con una gatita del lugar. Es hermosa, dulce y tierna. Siempre acude cuando la llamo al llegar y ayer, antes de entrar a comer decidí que premiaría su generosidad. Cuando salimos llevaba en un trozo de papel un buen acopio de carne desmenuzada para obserquiárselo.

Deberíais haberla visto... ¡Dios qué hambre, pobrecita! Hincó su hocico en el papel y hasta que no lo dejó limpio como una patena no quiso saber nada de nadie. Después sí, nuevamente a los arrumacos, al ronroneo; pero en esos instantes su instinto animal y su hambre eran mucho más poderosos que sus deseos de caricias o carantoñas.

Aquí queda perpetuada como un jirón más de mi vida y mis afectos.

Que quede entre nosotros

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buena expedición y este post me ha ayudado mucho en mi asignacion de la universidad. Agradecimiento usted como su información.

Mephistófeles dijo...

No sé en qué modo mis escritos habrán podido ayudarle en su asignación de la universidad, pero soy feliz si así ha sido.
Gracias por su visita.