martes, 3 de agosto de 2010

Ruby


Es leal, fiel, bueno donde los haya.

Es mi compañero no sólo de espacio, sino de charlas que no tienen ningún sentido para él y quizás menos para mí, aunque ayuda.

Está siempre esperándome tras la puerta en cada regreso. Viene a mí cuando tecleo en éstas y otras páginas reclamando mi atención. Peculiar. Maúlla, apoya una mano sobre mi pierna y con la otra reclama mi brazo. Espera una caricia que siempre obtiene, espera que se produzca la magia de la comunicación... Se tumba sobre el suelo y le acaricio su vientre níveo.

Es quizás que también anda huérfano de afectos. Antes le venían de dos direcciones. Aún corre a la puerta cuando oye el timbre y luego, cuando ve que no es quien esperaba, da media vuelta y espera a una prudente distancia. Y se lo trato de explicar, que ya no volverá a sonar ese timbre y vendrá su alegría a motivar sus juegos...

Cuando cocino siempre está a mi alrededor, sabe que habrá "pesca"... Unos langostinos troceados, un filete de jamón de york, un poquito de salmón... Y luego, cuando termina, se restriega entre mis piernas y me deja seguir con mis tareas.

Un día, al principio de mi via crucis, pensé en abandonarlo. Salir al campo, abrir su bolsa y largarme de allí... Y se me partió el alma. Y lloré por haber tenido ese pensamiento. Lloré con amargura, reprochándome un pensamiento tan egoísta y tan cruel. Él es mi amigo. Mi compañero leal.

Antes pensaba que si me iba un par de días a algún sitio, lo podía dejar en buenas manos. Ahora ya no sé si esas manos estarían para él.

Se llama Ruby y nunca lo había reflejado en estas páginas aunque se lo merece por derecho propio.

Que quede entre nosotros

No hay comentarios: