viernes, 24 de julio de 2009

MI HIJO


Hasta en esto tenemos que coincidir... Sé lo que me digo.

Desde hace semanas, víctima de la frustración que produce la indolencia que lo acompaña desde la mañana a la noche, quería escribir esta página. Se me adelantó.

No sé qué hacer. No me siento fracasado, simplemente presiento el dolor ajeno. Ése seco y profundo que puede acompañarle siempre. He hecho cuanto he sabido y de haber sabido hacer más, más habría hecho. Por tanto no me hago reproches, aunque no pueda evitar esa amarga sensación en la boca del corazón cuando lo miro.

Es inteligente, buen mozo, hábil, y vago, y sordo... Con él y en él se entiende el principio de la ley del mínimo esfuerzo. Así es para todo... Con 181 de estatura, aún hay que ir tras él para que mantenga un mínimo de higiene, para que dedique un mínimo de atención a sus quehaceres, incluidos los ejercicios del verano.

¿El resto? Le gusta el rap... Bueno, como a mí me gustaban Beatles, Cream o tantos otros. No quiero entrar en comparaciones. Pero ellos no ocupaban mi vida casi al cien por cien. Me di espacio para crecer, para subir, para si no podía llegar a la cima, al menos no quedarme en el pie de la montaña. Tenía menos y supe aprovecharlo porque quizás eran otros tiempos y el hambre mordía las entrañas. Y llegó un día que no fui más a entrevistas de trabajo con los zapatos inmaculados y agujeros en las suelas, digno pero sin desayunar...

Sé que los hijos no son nuestros hijos, como decía Gibrán. También sé que no podemos vivir otras vidas sino la nuestra. Aunque duele ver cómo maneja la suya.

Tiene buen fondo, creo. Me atrevería incluso a decir que tiene buen corazón. Aunque es sordo. No físicamente, sino intelectualmente. Me reía cuando con esa acidez propia de los ingleses, en su serie Little Britain, la pareja a punto de salir le decía a la cuidadora que si el niño se despertaba le leyera un libro... A book? What's that? Cruel realidad.

Del mismo modo, tampoco él puede vivir mi vida. Y llega un momento en que uno se plantea si realmente merece la pena llevar esa rémora lastrándome.

Es de mal gusto culpar a nadie de los males de los demás... Sólo que no puedo olvidarme de que viéndolas venir, cuando apenas tenía seis años, le pedí a su madre que ejerciera más autoridad con él, que las ramas verdes se podían dirigir fácilmente... Es un niño, fue su respuesta, cuando tenga doce o trece años habrá tiempo. Ya los tiene y no hay.

Y me digo, si escribo de él será porque lo quiero. Y no lo sé. Lo que sí sé es que está lejos, muy lejos... Y es triste, muy triste, porque nunca me propuse que fuera esto o aquello. Eso debía decidirlo él. Mas nunca pensé que llegara un instante en que sólo fuera RAP, desidia, haraganería, mentiras y presunción.

En fin, una vez más...

Que quede entre nosotros



2 comentarios:

Unknown dijo...

Querido Mephistófeles.

Recién abrí tu cajón.
Sospechando. Sin saber.
Conocía de la amplitud de tus velas y la generosidad de tu viento.
Imaginaba la profundidad de tu calado, pero a veces, incluso la imaginación queda corta.

Perdóneme si le tuteo, pero al hermano de alguien a quien tanto quiero, me resulta difícil tratarlo desde la distancia del “usted”, no así desde su respeto.
Que quede entre nosotros.

Hace mucho que nadie me robaba tanto sueño, no sin estar encuadernado.

Desde el corazón, gracias por el insomnio.

Mephistófeles dijo...

Es hermoso, nigthmare_s, cuanto dices. Y me gusta que lo digas así, de tú, frente a frente. Gracias. Nadie, nunca, me había agradecido el insomnio.

He venido aquí de paso, con prisa, pero ya sé qué rumbo debo seguir en mi próxima travesía. Lo sé.

Mi goleta estará siempre deseosa de que retornes con ese suave perfume y la calidez de tu viento.

Un beso,