miércoles, 7 de marzo de 2007

Verdad y mentira

Aterra... Tanto la verdad como la mentira. A partes iguales.

A veces se dice algo que no es exacto, que no se corresponde fielmente con lo que conocemos o sabemos de ese algo, que normalmente está unido a un alguien. Quizás sea esa costumbre tan hispana de querer saber más que nadie alrededor, de concedernos una importancia que es tan mezquina y artera como lo que acabamos de "inventar". Y esa verdad a medias, esa mentira a enteras, puede destruir, hacer daño... Quizás irreparable.

Por eso aprendí a ser callado, discreto, sepulcral con cualquier confidencia. Por eso quizás soy un buen confidente. Por eso quizás, quienes de verdad me conocen, no precisan decirme: "No se lo digas a nadie", o "que quede entre nosotros"... Porque no quiero más importancia que la que pueda tener por mí mismo, porque detesto aumentar o disminuir lo que sé, porque si lo sé es porque me lo han confiado a mí. Y si alguien, alguna vez, me comenta sobre ese mismo tema, me haré el sorprendido porque no sabía absolutamente nada. Y sabré que ese alguien que me lo comenta no es buena gente, no es recomendable, no es merecedor de hacerle una confidencia.

En ocasiones, presenciar un acto brutal o no, porque la vida nos ha colocado en ese lugar y en ese preciso instante, debería servirnos sólo para sentirnos de un modo especial. Porque somos de VERDAD quienes sabemos, quienes conocemos qué ha pasado, qué ha sucedido... Si después decimos esa verdad, transformándola en nuestra verdad, adornándola con efectos especiales, faltamos a la verdad, decimos únicamente lo que para aquellos que no lo han visto, que no lo han escuchado, nos convierte en seres aparentemente únicos, en crueles protagonistas de una verdad inventada, o de una mentira. Y eso da "importancia".... Yo estaba allí... Yo sé... Yo conozco... Cuando la mayoría de las veces, ni uno estaba, ni sabe, ni conoce.

Y así nos va el pelo en este país de chirigota.

Porque cuando uno ha visto u oído y siente el privilegio de saberse único porque estaba allí, debe sentirse afortunado y único por esa ocasión que le brindó la vida. Y ahí comienza y termina la importancia del hecho en sí.

Me repelen los mentirosos y los cotillas. Quienes como reza el dicho, son como el juego del parchís: "me como una y cuento veinte".

He sentido en mí cientos de momentos especiales. Momentos que arrancaron rodeado de gente, de amiguetes y compañerillos. Nunca nadie me arrebató la verdad. Yo nunca hice aquello que los demás pretendían que había hecho. Nunca mancillé el nombre de nadie.

Es vergonzoso que en esta feria en que se ha convertido lo cotidiano, siempre aparezca alguien que sabe, que estuvo allí, que oyó... Por un puñado de euros, muchos años después. Y personas que no han buscado ese absurdo y cruel protagonismo, por el afán carroñero de quienes ambicionan ser los números uno en su especie, en su caricaturesca profesión; acaban siendo víctimas de tramas, de mentiras, de calumnias sin fin...

Hay cosas que sólo deben decirse en la intimidad. Por el bien propio y por el de los demás. Saber que cuando se dicen, quedan ahí, como ancladas en ese instante para siempre. Sin preguntar si se puede o no confiar, sino confiando.

La vida sería mucho mejor. Infinitamente mejor.

Que quede entre nosotros

2 comentarios:

Abir dijo...

Como siempre tienes razón. Pero gente como tu queda muy poca.
Así nos va.

¿Estas mejor?
Un abrazo,

. dijo...

Muchacho!
¡Qué sería de este país si los trapos no se lavasen fuera de casa! ¿en que salsas televisivas mojarían los futuros votantes para empaparse de conociendo, para adquirir vocabulario, saber estar...?
¡Ah de aquellos circos romanos... ah de aquellas películas de vaqueros e indios ah de aquellos rebeldes sin causa...!

Confidencias, confidencias... hago bien pocas y quien a mi me las hace, supongo que sabe a quien se las hace.

Yo, prefiero guardar en mi bodeguita interior los mejores elixires, los licores más preciados, también los muchos que se me echaron a perder por descuido, desatino, a modo de ejemplo, o recordatorio de lo que no debo hacer...

Un beso que sé que sabrás guardar, que quedará, como siempre, entre nosotros...