jueves, 15 de marzo de 2007

Mutilaciones

Casi todos los hemos visto alguna vez... Les falta una pierna, una mano, un brazo, un ojo, dedos, una oreja... Son las que se ven.

Luego están las otras, las que llevamos internas. Cada cual sabe cuales son. Están dibujadas en nuestro interior con colores y tintas que sólo nosotros sabemos interpretar, quizás para nuestro propio infortunio.

Porque tal vez lo mejor sería no apreciarlas, no saber que existen, aunque siguieran estando ahí.

Es lo que nos falta, lo que no tenemos, lo que echamos de menos en nosotros mismos o en los demás.

Están en esa mirada que dirigimos a la persona amada mientras anda absorta y ausente de nosotros, interrogándonos sobre qué ha sucedido para que las cosas no sean como fueron, aunque nosotros mismos no seamos los que fuimos.

Están en esa opinión políticamente correcta que damos en el transcurso de una conversación. En la respuesta que damos a una pregunta. Y lo que queremos decir realmente, lo que nos apetecería decir aun a costa de perder esa relación, lo cercenamos.

Están fabricadas de temores, de inseguridad, de desequilibrios. Están tejidas de silencio, de secreto, de mentiras piadosas.

Las ocultamos por el temor a quedarnos solos, inmensamente solos...

Así son nuestras mutilaciones.

Que quede entre nosotros

2 comentarios:

Abir dijo...

Algunos más mutilados que otros. Algunos exhiben sus cicatrices como trofeos mientras otros las esconden.

. dijo...

¿Se puede medir el dolor?
¿Quién diagnostica, cualifica y cuantifica para posteriormente expedir el certificado de minusvalia de las heridas abiertas o no, aquellas no se ven?
Ya apenas late el corazón, grado 1
Ya no se emociona uno con el dolor ajeno, grado 2
Cada uno sabe donde están las metrallas, un cambio de tiempo, una canción, una palabra dicha a destiempo o silenciada para siempre, vuelve a reabrir las heridas que quizá nunca cicatrizaron, que aguantaban sujetas por grapas cada vez menos resistentes...
Tullidos todos.