jueves, 2 de marzo de 2006

Me parte el corazón

Este enconamiento, esta lucha a la que pretenden conducirnos los sin alma (¿se les llamaría "desalmados" a aquellos a quienes entregamos nuestra confianza y luego hacen caso omiso a lo que prometían cuando se les otorgó?), me entristece.

Por eso hay veces que me entrego a la lectura, a la escritura o a la contemplación e ignoro deliberadamente lo que sucede en el mundo. Mi derecho a ser feliz es inalienable.

No viví la ya lejana Gerra Civil. Mejor que mejor. Y aunque no recuerdo exactamente en qué momento me lo publicaron (hoy ando a pesar de la temprana hora en devaneos con la vagancia), sí sé que dije que la única desgracia de este país nuestro (bueno, o lo que sea), son nuestros gobernantes. Espero que seamos tan prudentes, tan inteligentes y tan libres, que ningún estúpido y sus errores, ni ningún otro estúpido y los suyos, nos conduzcan a situaciones de enfrentamiento indisolubles. No he vivido ningún momento en que los estúpidos de un lado (recordemos que cada vez más claro han reconducido esto a un bipartidismo), compitan en arrogancia e insultos y descalificaciones con los estúpidos del otro; siempre hablando de políticos, claro. Juegan con nuestra buena fe, con nuestros sentimientos. Y los utilizan para arrojárnoslos a la cara envenenados con sus discursos interesadamente partidistas. Los que lo tienen (el sillón), no quieren dejarlo, pese al calvario que les supone ¡pobrecillos, cómo se sacrifican por nosotros! Y los que no lo tienen (el sillón), ansían tenerlo. Joder, qué tendrá el poder.

Seamos más inteligentes que ellos. Dediquémosnos a evitar que nos impidan sonreír al vecino que cruza con nosotros y le dirijamos un alegre ¡buenos días! Porque esos mostrencos, que son capaces de ponerse a caldo con cualquier excusa, siempre están de acuerdo a la hora de elevar la inflación si el motivo es subirse sus sueldos.

Fijaos bien que nunca se le ha dado más por atrás al trabajador que en tiempos del "socialismo patrio" actual. En un país donde el tejido empresarial, salvando honrosas excepciones, es cualquier cosa menos empresarial, no se pueden entregar patentes de corso y que seamos el país de Europa donde más precariedad existe en el empleo, de los primeros en incultura, donde más beneficios sociales nos han arrebatado, de los más inseguros, etc. etc. Porque todo eso, amigos míos, sólo les favorece a ellos. A quienes, después de un voto, alcanzan posiciones de bienestar que, paradójicamente no habrían obtenido de otro modo.

Pero aunque todo eso, de alguna forma, me parta el corazón. Voy a luchar por ignorarlos cada día más, a saludar a cuantos vecinos me encuentre y a ser, invariablemente, cada día más feliz.

Que quede entre nosotros

3 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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