martes, 30 de octubre de 2012

¿Futuro?

Salió, como otros días, a su caminata matutina. Iba -la soledad del caminante da para mucho- pensando en cuanto la rapidez aleatoria de la mente le salpicaba al presente, al ahora, a ese instante.

Sonreía pensando en dos noches atrás, en esa conversación que derivó al calzado con una vinculación a lo personal, a las relaciones personales. De allí a las cosas que se habían ido quedando por el camino. Incluso en esos perros que ya no salieron a su paso para recibir su ración de pan duro, esos que había visto la semana anterior flacos y descuidados, como una premonición de lo que su dueño estaba dispuesto a hacer por ellos. Ya no están -pensó- y lo más terrible es que los habrá abandonado a su suerte o los habrá sacrificado. El chocolate del loro, el pienso de los perros. Los tiempos son difíciles, crueles, y esa crueldad todavía no sabemos hasta donde nos va a llevar.

Sonreía a pesar de todo porque había aprendido que no existe el futuro, que sólo existe el momento presente, el lugar actual. Nada podía hacer por esos pobres animales, nobles y fieros en la defensa que les habían encomendado, sino pensar en los gratos momentos que vivieron a través de esa reja que intentaba separarlos, en la alegría que despertaba en ellos la intuición de que se aproximaba y la que experimentaba él cuando veía sus cabriolas y oía sus cantos mezcla de ladridos y emociones. Luego sus ojos, con ese inequívoco agradecimiento dibujado en ellos, y sus manos saliendo a través de los barrotes.

¿El pan? Triturado en la propia bolsa y esparcido por el camino. Para los pájaros, se dijo.

Caminaba pensando en aquellos que desperdician los momentos presentes sufriendo por un futuro tan irreal como incierto, en aquellos que sacrifican la felicidad del momento angustiándose por soluciones que ni siquiera saben si se harán realidad. Ese doble error tan común. Ese dejar de vivir para sufrir por cosas que pasaron y otras que no se sabe si pasarán.

Feliz, vibrante... Miró al vehículo que se aproximaba, vio que el conductor iba distraído hablando por el teléfono móvil y pensó que la gente es incívica, que era otra de las cosas por las que detestaba vivir en su país. Se desvió de su trayectoria, fueron milésimas de segundo... Y de repente sintió el impacto brutal, vio su propia sangre por todos sitios y ya no hubo futuro.

Que quede entre nosotros

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