lunes, 23 de abril de 2007

Largas ausencias

La verdad es que después de tanto tiempo, ni siquiera sé si debo comenzar disculpándome a mí mismo o pidiéndome disculpas, que para el caso sería lo mismo.

La verdad es que después de tanto tiempo, no puedo excusar mi ausencia en vacíos inexistentes. Quizás en la desidia que se apodera de mí ocasionalmente invadiéndome todo.

Durante todo este tiempo, durante toda esta larga ausencia, preñada de recuerdos de vosotros y míos, he sido como siempre, casi más de lo mismo. Se han disparado las alarmas de la intransigencia y se han abierto de par en par las puertas del respeto, casi a partes iguales, casi como siempre.

En todo este tiempo nada ha cambiado y sin embargo todo. Digamos que ha sido, casi como todas, una época de cambios, de grandes y pequeños cambios. He repasado, como creo que hacemos todos de cuando en cuando, lo que ha sido mi vida en los últimos meses, los proyectos y las realizaciones. Entre las segundas, consolidando los primeros, se halla la de haber perdido peso, no sé si tanto como me propuse, aunque sí de una forma sana y suficiente como para sentirme satisfecho de mi aspecto. Además es un proyecto aún en marcha.

Creo que no es de las peores épocas. Y lo digo porque esta mañana, mientras caminaba con mis bichos, iba pensando que hubo épocas en mi trayectoria en que pensé en el fin, en poner fin a todo. Hoy no lo pienso. Debe ser que es un mejor momento.

Hay otros, muchos desgraciadamente, en que pienso que la única solución pasa por aislarme, por irme a mi casa, a mi piso, a mis cuatro paredes mías, silenciosas e íntimas. Porque cada día la incomunicación me pesa más. No hay peor soledad que la compartida.

Creo que no lo hago porque me he vuelto vago y despreocupado. No sé si me importa o no lo que me está pasando. Ya no sé si quiero que me quieran o si quiero querer. No sé si quiero más sentirme solo o saberme solo.

Mientras, los pequeños accidentes domésticos me distraen... Se fastidió el PC. y aproveché para montarle un disco duro que tuviera casi esas cualidades, porque lo que tenía hasta ese instante era lamentable. Sé qué máquina tengo y no preciso más. No quiero más procesador no quiero más zarandajas. Sólo más memoria y más capacidad de almacenamiento, lectores y grabadores más rápidos... Cuatro euros si se sabe armonizar. Y en eso he ocupado gran parte de mi tiempo estos días... Me ha servido de aislante, de impermeable. Me ha servido.

En ese ínterin, como por accidente, han desfilado ante mi pupila poemas, escritos... Otros tiempos y estos mismos tiempos aunque con diferentes disfraces. He invertido minutos, horas... en descifrar claves de ficheros que andaban por ahí hacía años. He descubierto que mi vida siempre ha estado latente, plena, viva... He descubierto que siempre ha merecido la pena. Curioso ¿verdad?

Eso quizás es lo que hace que me pregunte ahora ¿por qué? Y no sepa qué responderme. Es como cuando me planto ante el espejo y no sé qué ponerme ese día concreto, nada me acopla bien, nada me "presta" como decía una amiga que decidió dejar de serlo.

O sea que sigo aquí, tan jodido como siempre, tan feliz como siempre, tan solo como siempre y tan pleno como siempre... Para no confundirme ni yo ni a quien pueda leerme, resumiendo: YO.

Y sí, una vez más...

Que quede entre nosotros

3 comentarios:

. dijo...

A veces ando desorientada, me ciega el sol, me asusta la imagen que proyecto, no sé que o quien ocupa mi sombra también mi mala sombra. Hoy regresaste a ponerme la mano haciéndome de visera, a recordarme algo que no sé que es, pero que quizá intuya.
Ya me conoces, mucho. Igual levanto polvo a mi paso, que arrastro los pies. Echo de menos, todo lo que nunca tuve, lo que sospecho que no tendré, y me inundan las ausencias las cuencas de los ojos (achacarlo podría al pelado de dos cebollas liada como he andado entre fogones, pero sabemos ambos que no es así)
Sé que hoy me hizo bien saberte, vivo.
Con todo mi cariño, Mariló

Abir dijo...

Últimamente me lo pienso mucho antes de escribirte un comentario. Eres como un maestro ante el que me siento pequeña. Y hoy no encuentro el modo de plasmar cuánto me hace reflexionar tu escrito.

¿Cuánta gente habrá que se mira al espejo y no vé más allá del reflejo? Por instantes les envidio. Luego lo pienso otra vez y sigo firme: prefiero mis tormentas a su indiferencia.
Tu vés. Vés mucho más que yo y creo que, en el fondo, también lo prefieres.

Me alegró saber de ti.
Un beso,

Mephistófeles dijo...

Gracias Nekane, mi Nekane, mi Dolores. Tú, sacándote de ti, mostrándote de ti. Me gusta que estés, que seas tú. Lo que no sé si merezco, sinceramente, son tus halagos.

¿Pequeña, Abir? ¡Venga ya! Léete otra vez, y después una más, y más tarde déjalo para volver a leerte de nuevo. Cuando lo hayas hecho, dime dónde está ese sentimiento de pequeñez. Sé que ves y nunca sabría decir si más o menos que yo o que los demás, tú ves lo que precisas ver.

Me alegra que estéis ahí, saber que estáis. Aunque no digáis nada.

Os tengo ley.

Que quede entre nosotros