Regresamos de viaje. Y debería decir: Regreso yo, regresa ella. Porque eso es exactamente lo que sucede, que cada uno volvemos por nuestro lado, quizás como fuimos.
Ya no existe nada que nos una. El respeto realiza infinitas piruetas funambulistas a nuestro alrededor, sobre nosotros, sobre ella y sobre mí.
No sé qué ha pasado. Es como si todo se hubiera muerto, como si fuéramos tan necios que además de renunciar a la carne, también quisiéramos renunciar a la amistad, a la ternura. O precisamente una renuncia nos haya llevado a las otras. Pero ¿quién ha renunciado?
Siento como si fuera un muñeco permanentemente manipulado. Roto.
Tanto que no sé, a veces, dónde está mi dignidad. Eso es grave, lo sé también.
Y no sé qué hacer, ahora, en este instante. Lo que sí sé es que cada día está más cerca la marcha, a mi casa, a mis cuatro paredes silenciosas y quedas. Donde vuelva a ser yo sin tener que justificar que lo soy. Sin que deba haber otra razón para existir, que ser.
A veces creo que cree que no sabré. A veces creo que cree que no podré. A veces creo que esas son las razones por las que se manfiesta de ese modo.
Y no sabe que sé. Que sé vivir y hacerlo solo. Que llevaré siempre a buen puerto, la navegación a veces difícil de esta goleta aparentemente ingobernable. Que siempre lo he hecho.
Siento que el fin está cerca, próximo, hablándome al oído y quisiera, aunque no sé por qué, que no fuera así.
Confuso, muy confuso...
Ya no existe nada que nos una. El respeto realiza infinitas piruetas funambulistas a nuestro alrededor, sobre nosotros, sobre ella y sobre mí.
No sé qué ha pasado. Es como si todo se hubiera muerto, como si fuéramos tan necios que además de renunciar a la carne, también quisiéramos renunciar a la amistad, a la ternura. O precisamente una renuncia nos haya llevado a las otras. Pero ¿quién ha renunciado?
Siento como si fuera un muñeco permanentemente manipulado. Roto.
Tanto que no sé, a veces, dónde está mi dignidad. Eso es grave, lo sé también.
Y no sé qué hacer, ahora, en este instante. Lo que sí sé es que cada día está más cerca la marcha, a mi casa, a mis cuatro paredes silenciosas y quedas. Donde vuelva a ser yo sin tener que justificar que lo soy. Sin que deba haber otra razón para existir, que ser.
A veces creo que cree que no sabré. A veces creo que cree que no podré. A veces creo que esas son las razones por las que se manfiesta de ese modo.
Y no sabe que sé. Que sé vivir y hacerlo solo. Que llevaré siempre a buen puerto, la navegación a veces difícil de esta goleta aparentemente ingobernable. Que siempre lo he hecho.
Siento que el fin está cerca, próximo, hablándome al oído y quisiera, aunque no sé por qué, que no fuera así.
Confuso, muy confuso...
Que quede entre nosotros